POLÍTICA ELECCIONES
Estados Unidos, en la encrucijada
El populismo de Trump opta a la reelección ante un Biden que ha logrado reunir a los republicanos desencantados y a los demócratas más progresistas || La retirada del pacto nuclear con Irán, las tensiones comerciales con Europa y China y el conflicto norcoreano han marcado estos 4 años
Contra pronóstico, por un puñado de votos y a golpe de tuit. Cualquiera de estas expresiones, o las tres juntas, podrían definir en pocas palabras cómo fue el aterrizaje de Donald Trump en La Casa Blanca hace cuatro años. Descendiente de inmigrantes alemanes que se cambiaron el apellido para parecer menos germanos, y también de escoceses, este acaudalado empresario superó una bancarrota en los años 90 y disfrutó de un escaparate único para promocionarse ante la ciudadanía estadounidense. Y es que durante años tuvo su propio programa de televisión. Su popularidad antes de dar el salto a la política era tal que incluso disfruta de una estrella en el paseo de la fama de Hollywood. Así que Trump, en 2016, no necesitó de carta de presentación ante una veterana de la política como Hillary Clinton, que aspiraba a convertirse en la primera mujer en ser presidenta de la primera potencia mundial.
La candidata demócrata era la favorita en las quinielas, pero el estilo del republicano, populista, directo, con recetas sencillas, caló hondo en una parte importante del electorado estadounidense para el que los valores de la familia, la religión y la nación siguen siendo un puntal en su vida. Los swing states, que son los once estados del país que inclinan la balanza presidencial porque, en ellos, no siempre gana el candidato del mismo partido, apostaron entonces mayoritariamente por Trump, posibilitando que se convirtiera en el líder número 45 de EEUU desde su declaración, unilateral, de independencia.
Trump llega a las elecciones con un país sacudido por el racismo y más fracturado tras 4 años de mandato
Durante su mandato, Trump, que deja un país fracturado y sacudido por el racismo, ha puesto en duda el papel de líder que los Estados Unidos han venido ostentando desde 1945, y más intensamente desde el colapso soviético. La retirada del acuerdo nuclear con Irán, la desregulación medioambiental, las tensiones comerciales con Europa y China, la relación de amor-odio con Kim Jong Un o su obsesión por levantar un muro en la frontera con México han sido algunos de los principales hitos que han marcado su gestión. Trump, además, se vio favorecido por una coyuntura económica favorable que heredó de su predecesor, Barack Obama. Parecía que ésta sería una de sus principales bazas en campaña. Sin embargo, el coronavirus le arruinó los planes porque, mientras el republicano pregonaba los lemas de Make America Great Again (2016) y Keep America Great (2020), similares a los de cierta formación ultraderechista española, la pandemia se le fue de las manos. Aun así, frente a las llamadas a la cooperación para derrotar al virus de su homólogo chino, Xi Jinping, Trump, que tampoco se ha comprometido a dejar el poder si es derrotado, se ha dedicado a cuestionar el papel de la OMS, ha montado mitines pese a la crisis sanitaria y se ha presentado como un vencedor tras contagiarse y conseguir superar la enfermedad.
El mandatario que aspira a su reelección también se ha revelado como un maestro en llevar al barro a sus contrincantes. Así ocurrió en el primer debate electoral que le enfrentó a Joe Biden, la voz moderada de los demócratas, que ha logrado aglutinar tanto al sector más progresista de los demócratas con Bernie Sanders al frente como a los republicanos desencantados. Ambos cayeron en reproches, en un cara a cara en el que el ruido venció. Con todo, el demócrata se presenta como la antítesis de Trump. Lleva una campaña de perfil bajo y rehuye los actos masivos. Y es que Biden, vicepresidente con Obama, con medio siglo en la política a sus espaldas y que hace tres décadas que intenta asaltar La Casa Blanca, pronto llegará a los 80 años. Es su última oportunidad de ocupar el sillón presidencial y no quiere que la Covid se la arrebate. La suerte está echada y las diferencias son mínimas. De forma anticipada, 86 millones de electores ya han votado, y se especula sobre si habrá récord de participación.