PANORAMA
«Ucrania tiene la moral muy alta, están convencidos de ganar»
Lluís Caelles es un referente, pero también un compañero. Por eso le tuteamos. ¿Cuál es la gran diferencia, al margen de la destrucción, que has percibido en Ucrania desde el inicio de la guerra? ¿Ves a la gente decidida a resistir?
El inicio del ataque nos cogió en Kiev porque nos habían expulsado del Donbás, donde habíamos ido sin esperar a las credenciales. Antes de la invasión, nadie creía que Rusia lanzaría un ataque a gran escala, salvo los servicios secretos de EEUU. Todos especulaban desde que solo era un farol para forzar una declaración de neutralidad de Ucrania hasta que solo habría ataques quirúrgicos en el Donbás, y yo pensaba que iría por aquí. La principal diferencia al principio es el desconcierto. La gente pensaba que no pasaría y de repente pasa. Lo que no ha cambiado es su determinación.
¿Su determinación de resistir es ahora todavía mayor?
Sí, sin duda. Y tiene un gran mérito, porque estar determinado en tiempo de paz, es como que el papel lo aguanta todo. Un traductor al que conozco desde hace años, un joven que es casi un sabio, se apuntó a las defensas territoriales voluntarias y me dijo, igual que otras fuentes, que hay más voluntarios que lugares por ocupar y que armas cortas disponibles en el Ejército. Y en las cajas de reclutamiento sigue habiendo colas. Antes de la guerra, íbamos por el país y no veía movimiento militar. A los soldados rusos todo el mundo los fotografiaba y yo preguntaba: ¿dónde están los ucranianos? Y todos nos decían: “están, están preparados, tienen armas y desde 2014 [cuando Rusia se hizo con Crimea en una operación con soldados sin insignias] el Ejército ha mejorado mucho. Y tenemos mucha moral, los rusos no, sabemos que hemos de defender al país”. Lo veía con escepticismo, como una liturgia. Me equivoqué, tienen una moral altísima, el traductor me decía que están convencidos de que ganarán y que puede que dure tiempo, pero aguantarán y vencerán. Tienen moral de victoria.
Así, la guerra puede ser larga.
Si las potencias occidentales siguen suministrando armas y a ello le sumas la determinación de los ucranianos, esto puede durar meses o años. Una de las sensaciones que me ha quedado es que todo puede pasar. Nadie pensaba que habría un ataque con tanques como hace 80 años, que se bombardearían ciudades, que habría asesinatos, pillaje.. Y cuando se habla del uso de armas nucleares tácticas, acabo pensando que todo puede pasar.
Has estado con gente que vive en subterráneos, en el metro, en edificios semiderruidos, ¿qué imagen te ha impactado más?
En la guerra, 10.000 muertos son una cifra, pero un muerto con nombre y apellidos es un cuchillo que se te clava en el corazón. Ha habido dos veces en las que tuve que parar un poco para rehacerme. Una, en el entierro de un civil de 20 años al que blindados rusos mataron cuando intentaba huir de Mikolaiv. Los padres me dieron permiso para grabar, y al ver a un padre y a una madre destruidos por la muerte de un hijo de 20 años, el dolor te llega. La otra fue en un sótano en Kharkiv. Ver cómo se vive allí desde hace dos meses y encontrarte a niños pequeños es un shock, porque ya no es que no vayan a la escuela y no jueguen, es que casi no ven el sol.
Has estado en Bucha, donde han muerto cientos de civiles y hay fosas comunes. ¿Es la evidencia de que el ejército ruso ha cometido crímenes de guerra?
Estuvimos en Bucha y en Borodyanka cuando estaba el fiscal jefe del Tribunal Penal Internacional. Nos dijo que tienen indicios sólidos de crímenes de guerra. Fuimos testigos de la apertura de una fosa y aparece gente con las manos y los pies atados y con un tiro en la cabeza. Algún testigo directo nos explicó que hubo crímenes por puro capricho de soldados que disparaban a una persona porque estaba en la calle. Srebrenica es el nombre del mal contemporáneo en Europa, pero ahora están Bucha, Borodyanka, Irpin, Mariúpol.. Yo diría lo mismo que el fiscal, que los indicios son sólidos.
Fuera de Ucrania, Zelenski era conocido por ser un actor y humorista que había llegado a la presidencia. Ahora es un personaje icónico. ¿También en su país?
También. Solo dos días antes del ataque estaba muy desprestigiado. Cuando estalla la guerra, Zelenski es uno de los errores de cálculo de Putin, porque creo que lo visualizaba fuera, dejando un país descabezado. En cambio, Zelenski sale por la tele, dice que se queda, que se queda su familia y esto galvaniza al país. Es un momento crucial, aparece mucho, sale a la calle y hace una gestión de los medios muy moderna.
Siempre se dice que la verdad es la primera víctima de la guerra ¿Se puede hacer una información objetiva de la guerra?
Se puede intentar con honestidad y el ABC del periodismo: rigor, preguntar, asegurarse de quienes son las fuentes, intentar que sean de primera mano y atribuir. Es un poco como en las manifestaciones, acabas atribuyendo que el gobierno ucraniano dice esto y el ruso lo otro y asumes que mienten todos. Sí hay cosas que son hechos. Por ejemplo: ¿hablamos de invasión o no? Está clarísimo: un país no provocó al otro y fue invadido.
¿Ves viable una próxima solución diplomática?
No. Ucrania se podría comprometer a no ingresar a la OTAN, pero el gran problema es el territorial. El Donbás es un 10% del país y ningún estado renuncia a su territorio. Las negociaciones dependen de la temperatura del conflicto, y ahora Ucrania está en su “momentum”, ha obligado a un gran ejército a retroceder y a concentrar sus esfuerzos en un sector. Y Putin ha hablado del Donbás y Crimea, pero no de la franja desde Mariúpol hasta Crimea. Llegará el momento en que pondrá sobre la mesa que esto lo quiere para él. Es un botín de guerra, más que el Donbás, porque esta franja del mar de Azov da potencia geoestratégica a Rusia.
Y Ucrania nunca aceptará.
No, es que se queda sin Mariúpol, un puerto estratégico, y ya ni digo si el ejército ruso acaba consolidando una franja que le dé el puerto de Odessa.
¿Has sufrido por tu integridad física? La tensión con unos milicianos ucranianos se hizo viral, y has explicado que soldados os obligaron a tumbaros boca abajo en la habitación del hotel en Kiev.
En el famoso directo que interrumpieron los milicianos no sufrí, porque los había visto en un ‘checkpoint’ e iban armados hasta las cejas, y en el directo vi que no llevaban armas en la mano. Cuando estábamos en el hotel y entraron los soldados, nos hicieron tumbar en el suelo con los brazos abiertos y nos encañonaron. Cuando giraba la cabeza hacia arriba, con la nuca tocaba el cañón del Kaláshnikov. Al cabo de un momento vi que eran ucranianos, porque llegué a pensar si era un comando ruso. A medida que pasaban los segundos vi que podíamos acabar siendo detenidos o tener complicaciones, pero lo de sufrir por la vida solo fue un destello.
¿Cómo llevas ser el vecino de Isona y el pallarés más conocido y admirado del momento?
A veces te preguntan si te sabe mal que la gente te reconozca y te pare por la calle. A mí no, al contrario. Cuando volví de la crisis nuclear en Fukushima la gente me decía: “en casa hemos sufrido mucho por ti”. Eso me emocionó, y ahora me lo vuelven a decir. Y en el Pallars un poco más porque me conocen más. Los que somos de pueblo tenemos una relación con nuestros orígenes mucho más especial que los de una gran ciudad.