EUROPA DEL ESTE CONFLICTO BÉLICO
Cautivos de la guerra
Los civiles de Lyman, en Donetsk, sobreviven como pueden || Para algunos las raciones de las ONG son el único alimento caliente del día

Viktor, de 55 años, delante del inmueble de ocho pisos derrumbado por un misil.
La guerra arrasa el presente, decapita el pasado, inutiliza el futuro. Destroza lo más íntegro del ser humano, incide en su abandono físico, impone el automatismo y facilita la extenuación. La guerra descompone el rostro, agría la mueca, cuartea la piel, tatúa surcos perennes, obnubila la mente.Convierte a los seres humanos en cautivos.
En Lyman apenas quedan unos 7.000 habitantes de los 30.000 que vivían antes del inicio de la guerra
Los cautivos de Lyman, una localidad del Óblast de Donetsk arrasada por meses de violencia, se desplazan como autómatas mientras un incesante intercambio de disparos de artillería pesada se escucha sin interrupción y recuerda que la guerra todavía no se ha ido de sus vidas, que puede volver en cualquier momento, que en realidad regresa casi todos los días y las noches en forma de bombas que se estrellan contra sus casas.Viktor, de 55 años, era, por suerte, el único vecino de un inmueble de ocho plantas cuando un misil ruso se estrelló contra el lateral del último piso y hundió toda la parte del inmueble donde él no dormía. Porque si no estaría muerto. La onda expansiva sacudió su casa, meció su cama como si fuera de plumas y lo dejó confundido durante muchos minutos.
Y sigue siendo el único vecino que espera un trabajo de zapatero prometido por la municipalidad. Por eso aguanta entre cascotes y porque no tiene adonde ir. Nos permite subir al cuarto piso por unas escaleras y unas paredes salpicadas de trozos de la metralla de la carga del proyectil que impactó a las cinco de la mañana.
Entrar en su apartamento es como instalarse en una cámara frigorífica. Sin luz, sin gas, sin agua, sin cristales en las ventanas, la vida en su interior es intolerable y será terrible a medida que las temperaturas desciendan bajo cero.Nadia y Antonia están buscando una ambulancia para trasladar a su amiga Alexandra al hospital. Tiene una pierna gangrenada.
Nos piden ayuda pero las llamadas telefónicas no surten efecto. Hablan con un vecino que carece de transporte. Las mujeres lloran ante su inutilidad porque la guerra también impide cualquier gesto trivial de la vida cotidiana.A dos centenares de metros un hombre transporta un ataúd en un remolque, reconvertido en un improvisado coche funerario.
No quiere hablar. Aunque al final nos cuenta que su padre ha fallecido de muerte natural, si es que existe algo natural en una guerra. Dejan la caja abierta en el suelo y al cabo de unos minutos bajan el cuerpo amortajado entre varias personas.
Y se lo llevan a velarlo y enterrarlo. Pienso inmediatamente en Alma, nuestra traductora de Sarajevo en 1992, hace ya 30 años, en aquel día que no vino a su cita laboral porque estaba buscando un ataúd para su madre muerta. Nos la encontramos bajando la escalera de su edificio, nos gritó “Mi madre ha muerto” y nos invitó a esperarla en su casa.
Nunca olvidaré aquel cadáver en el suelo de la habitación. Sí, murió de muerte natural pero nos pareció muy antinatural porque lo natural entonces era morir bajo un bombardeo.En Lyman apenas quedan unos 7.000 habitantes de los 30.000 que vivían antes del inicio de los ataques rusos del 24 de febrero. La presencia militar es apabullante.
La inmensa mayoría de los automóviles civiles van cargados de soldados. Los civiles se desplazan en bicicleta o a pie menos Nikolay, de 65 años, que cada día hace un largo recorrido para recibir ayuda humanitaria en su silla de ruedas.El casco urbano ha sido arrasado. Centenares de casas están en estado ruinoso con los cimientos hundidos.
De otras han desaparecido las techumbres. Varias granjas y naves industriales yacen carbonizadas muy cerca de la estación de trenes con vagones quemados y cables de alta tensión derribados sobre las vías.La vida cotidiana se ha reducido a la imprescindible tarea de sobrevivir tras la salida de los ocupantes rusos. Los cautivos de Lyman han pasado una gran parte de los seis meses de ocupación en los subterráneos de las casas a cubierto de los durísimos bombardeos.
Vivían, cocinaban y dormían en los refugios.World Central Kitchen, ONG fundada por el chef español José Andrés en 2010 tras el terrible terremoto de Haiti, distribuye cada día entre 1.250 y 2.000 raciones de comida desde poco después del 1 de octubre cuando los rusos huyeron de la ciudad abandonando decenas de cadáveres de sus soldados muertos en los combates.Un grupo de voluntarias comienzan a organizar el lugar de distribución situado en el hospital con la techumbre de varias alas derrumbadas por los impactos de los proyectiles. La comida es transportada cada día desde Kramatorsk, el centro administrativo de la región, a unos 60 kilómetros de Lyman.Poco antes de las 13 horas llega la furgoneta. El menú de hoy es sopa de pollo, un sándwich y café con leche.
Es la única comida caliente para muchos de los beneficiaros que hacen una cola ordenada desde hace una hora a la entrada del hospital. El impacto de la guerra siempre es muy visible en las colas del hambre de cualquier conflicto. Hay personas que se dan la vuelta cuando sienten que sus rostros son enfocados por una cámara fotográfica.
Es como si sintieran vergüenza de estar allí a la espera de una limosna en forma de sopa caliente. La dignidad es lo que importa en este tipo de escenarios. Nadia, de 63 años, vive sola y admite que es su única comida caliente del día.
No sabe cómo explicar el hambre que pasó durante la ocupación. Anna, de 28 años, una de las más jóvenes en la cola, recoge las raciones de su abuela, su madre y su hermana pequeña. Explica que es imposible conseguir un trabajo y toda la familia vive con dos pensiones de unas docenas de euros.
Ucrania rechaza la tentación de negociar con Rusia
Ucrania rechazó ayer cualquier tentación de negociar con Rusia pese a que los bombardeos enemigos de las últimas semanas han inutilizado casi la mitad de la red energética del país a las puertas de la llegada del invierno.“Los compromisos amorales acarrearán más sangre. Una paz auténtica y duradera sólo puede ser resultado del total desmontaje de todos los elementos de la agresión rusa”, manifestó Volodímir Zelenski, presidente ucraniano, durante su intervención en un foro de seguridad en Canadá. Zelenski quiso poner así fin a los rumores, que se intensificaron durante la cumbre del G20, de las últimas semanas sobre supuestas presiones de Estados Unidos para que Kyiv acepte negociar un arreglo, ahora que el Ejército ucraniano tiene la iniciativa.Mientras, el subjefe del Consejo de Seguridad de Rusia, Dmitri Medvédev, considera que EEUU, la OTAN y la Unión Europea “no quieren romper definitivamente con Rusia, pues eso significaría la Tercera Guerra Mundial”.
“De ahí los intentos de hacer entrar en razón a Kiev, empujarle a negociar”, escribió en Telegram.Por su parte, Moscú pidió a Naciones Unidas la creación de una comisión internacional para investigar las presuntas ejecuciones de militares rusos en el este de Ucrania.En otro orden de cosas, Ucrania denunció el impacto en territorio ucraniano de un misil nuclear Kh-55 de fabricación soviética, aunque con una cabeza nuclear falsa, en lo que podría ser una amenaza lanzada desde Moscú.En Polonia, una de las dos víctimas mortales del proyectil que impactó el martes en territorio polaco fue enterrada ayer tras un funeral de Estado.

Funeral de una de las dos víctimas de la explosión en Polonia.