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El clima de Lleida, más subtropical cada vez por el calentamiento

El nuevo patrón metorológico incluye la reducción de la lluvia, mayor torrencialidad y temperaturas en alza. Las previsiones auguran menor disponibilidad de agua

El patrón de las precipitaciones lleva años mutando hacia unos registros de carácter tropical.

Lleida

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“Los procesos no son lineales, no consisten en que si hay tanto se genera tanto. De hecho, hemos entrado en una nueva fase que va más allá del ritmo del calentamiento y que afecta al funcionamiento del planeta”, explica Antonio Turiel, doctor en física y divulgador científico que trabaja en el Instituto de Ciencias del Mar del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas).

Ese calentamiento de la atmósfera está causando cambios en el clima (y en la meteorología) que están transformando el de grandes áreas de la península ibérica, el de Lleida, entre ellas, en subtropical: menos lluvia y más concentrada, mayor humedad en otoño y menor del invierno al verano y temperaturas más elevadas, un proceso del que dan fe registros como la proliferación de las noches tropicales en áreas de montaña como el Pallars o el aumento de las temperaturas en otras como la Val d’Aran.

“Existe acuerdo en la comunidad técnica-científica en que cabe esperar una disminución de la precipitación en los próximos años”, señala la documentacion básica del próximo Plan Hidrológico del Ebro (CHE), que añade que esas variaciones estacionales “pueden ser explicadas por una subtropicalización del clima”.

En el caso de Lleida, los datos muestran la existencia de un proceso de ese tipo y sus proyecciones advierten de una tendencia a la intensificación.

En el caso de las precipitaciones, las horquillas contemplan reducciones de hasta el -5,45% en el caso del Segre y el Pallaresa, del -6,88% en el Ribagorçana y del -7,77% en el Garona en lo que queda de siglo, a lo que se añade la previsión de otra merma “del número de días de nieve en el suelo de un mes (entre 30 y 49 días/año). Esta tendencia sería especialmente importante en los Pirineos centrales y orientales”, añade el documento.

Los estudios que recoge la CHE pronostican que en ese periodo la disponibilidad de agua puede verse reducida en más de un 25% en las tres grandes cuencas fluviales de Lleida, lo que traducido en volúmenes, equivale a algo más de 900 hm3 anuales: 745 en el Segre y el Pallaresa y otros 170 en el Ribagorçana.

A esos dos retrocesos se les añade la previsión de otro en la recarga de los acuíferos, es decir, en el volumen de agua que llega a las bolsas subterráneas, que en su escenario de mayor merma superarían el 23% en el Segre-Pallaresa, se acercarían al 26% en el Ribagoçana y rondarían en 12% en el Garona.

“Parece que la DANA ha llegado por sorpresa, pero se sabía que iba a ocurrir”

“Algo se ha roto en el mar. Se está acelerando el calentamiento y están cambiando las mareas”, explica Antonio Turiel, doctor en física y divulgador científico del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas), que sitúa el inicio de ese proceso en 2016, “tras un Niño, que no deja de ser una respuesta al calor, muy grande”.

“Cómo se comporta el mar es importante, porque marca hacia donde va el clima. Hay que tener en cuenta que los tres primeros metros (de la masa de agua) del mar concentran tanta potencia calórica como la atmósfera”, destaca. Y expone una aparente paradoja: “esa energía se descarga mediante tempestades”, pero, al mismo tiempo, “el mar no puede descargar toda esa energía con las tormentas. Las condiciones para una DANA siguen siendo las mismas que hace unos días”.

Eso se debe, anota, a que el calentamiento ha marcado un punto de inflexión que “afecta al funcionamiento del planeta. Si seguimos en este camino de emisiones vamos a una situación catastrófica, de extinción”.

¿A qué se refiere? Jim Skea, el nuevo presidente del IPPC, el panel de expertos de la ONU sobre cambio climático, “ha dado por muerto el límite de 1,5º de calentamiento para 2100, ve superados los 2ª y alerta del riesgo de llegar a 3,3º”. El primero comporta máximas veraniegas de 45º en la península ibérica; el segundo, las de 50º, “que empieza a ser incompatible con la vida. Con 3º, el 60% de la superficie del planeta sería inhabitable”.

En ese escenario, “llega la DANA y parece que hay una sorpresa, pero a más calentamiento en el mar, más posibilidad de tormentas de este tipo. Hay que tomar medidas y hacer muchos cambios. El problema es que se sabía que esto iba a pasar, y vamos a ir a peor si seguimos así”.

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