Descifrar a Trump: ¿Hay que tomar en serio sus amenazas como presidente?
Las provocaciones de Trump, entre intenciones reales y técnicas de negociación, generan incertidumbre sobre su segundo mandato
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Melissa Melvin-Rodriguez/TNS via / DPA - Archivo
Donald Trump, que volverá a ocupar la Casa Blanca el próximo lunes, ha generado revuelo con sus recientes declaraciones sobre la posibilidad de usar el poder militar para tomar el control del Canal de Panamá o incluso anexionar Canadá. Estas provocaciones, junto a sus promesas de campaña, como deportaciones masivas de inmigrantes, indultos a los encausados por el asalto al Capitolio o la derogación de políticas medioambientales, han generado incertidumbre sobre cómo interpretar sus palabras una vez que asuma el cargo.
Durante su primer mandato entre 2017 y 2021, no siempre estuvo claro si la retórica incendiaria de Trump escondía intenciones reales o si, por el contrario, era una maniobra de distracción o una forma de presión para forzar algún tipo de negociación. El magnate neoyorquino, además de ser un hombre de negocios del mundo inmobiliario, es una celebridad televisiva acostumbrada a captar la atención mediante la provocación.
La estrategia negociadora de Trump, aprendida del abogado Roy Cohn, consiste en atacar siempre, nunca disculparse y jamás admitir una derrota. Mientras algunos consideran sus últimos comentarios como meras ocurrencias, otros advierten de que hay que tomarlo "en serio, aunque pueda sonar un poco extraño" lo que dice. Fuentes del Partido Republicano señalan que "su estilo lo ha demostrado, es una técnica que plantea situaciones que pueden parecer inverosímiles con el propósito de poner el tema sobre la mesa".
Consecuencias de las declaraciones de Trump
Aun antes de llegar a la Casa Blanca, las palabras de Trump ya han tenido algunas consecuencias. Sus burlas al primer ministro canadiense Justin Trudeau, rebajándolo al nivel de gobernador, contribuyeron a debilitar aún más al político en un momento de declive de su popularidad y revuelta interna, llevándolo a anunciar su dimisión en diciembre.
Por otro lado, la amenaza de Trump de hacer sufrir "un infierno" a Hamás si no liberaba a los rehenes antes de su investidura, y la participación de su equipo, fueron claves para desbloquear el acuerdo de tregua en Gaza anunciado el miércoles.
Sin embargo, durante su primer mandato, muchas de las medidas anunciadas a bombo y platillo por Trump no lograron materializarse, ya sea por naufragar en los tribunales o por problemas de implementación debido a una Administración a veces caótica. Un ejemplo es su reciente promesa de poner fin a la ciudadanía por nacimiento para los hijos de inmigrantes indocumentados, algo que requeriría una modificación de la Constitución prácticamente imposible de lograr.
¿Qué es la ciudadanía por nacimiento en Estados Unidos?
La ciudadanía por nacimiento es un principio consagrado en la Enmienda 14 de la Constitución de Estados Unidos, que establece que todas las personas nacidas en territorio estadounidense adquieren automáticamente la nacionalidad del país, independientemente de la situación migratoria de sus padres.
Este principio, conocido como ius soli o derecho del suelo, es una tradición jurídica compartida por la mayoría de los países del continente americano. Sin embargo, ha sido objeto de controversia política en Estados Unidos, con sectores conservadores argumentando que incentiva la inmigración irregular.
Pese a las promesas de campaña de Trump de terminar con la ciudadanía por nacimiento, la realidad es que eliminar este derecho constitucional requeriría un proceso de enmienda aprobado por dos tercios de ambas cámaras del Congreso y ratificado por tres cuartas partes de los 50 estados, un escenario altamente improbable en el panorama político actual.
Las técnicas de negociación de Donald Trump
Más allá de si sus provocaciones verbal se materializan o no en políticas concretas, es innegable que forman parte del particular estilo de Donald Trump. El polémico magnate neoyorquino, forjado en el competitivo mundo de los negocios inmobiliarios y el entretenimiento televisivo, ha hecho de la confrontación y la hipérbole sus principales herramientas para captar la atención y ejercer presión en las negociaciones.
Según explica en su libro "El arte de la negociación", publicado en 1987, Trump aprendió de su mentor Roy Cohn una estrategia basada en tres principios: atacar siempre, nunca disculparse y jamás admitir una derrota. Esta filosofía, que le ha granjeado tantos adeptos como detractores, se basa en llevar al oponente a una posición incómoda mediante demandas exageradas o incluso inverosímiles, para luego poder negociar desde una posición de fuerza.
Aplicada a la arena política internacional, esta técnica genera frequentes momentos de tensión e incertidumbre, como cuando Trump insinuó la posibilidad de una guerra comercial con China, llegó a amenazar a Corea del Norte con "fuego y furia" o calificó a la OTAN de organización "obsoleta". Aunque muchas de estas amenazas no se concretaron, sí le permitieron reformular los términos del debate y arrancar concesiones de sus interlocutores.
La dificultad de predecir a Donald Trump
La experiencia del primer mandato de Trump demostró la dificultad de predecir hasta qué punto sus bravuconadas y exabruptos reflejan intenciones reales o son parte de su estrategia negociadora. Si bien en algunos casos sus polémicas declaraciones no pasaron de la retórica, como cuando sugirió comprar Groenlandia a Dinamarca, en otras ocasiones sí tuvieron consecuencias tangibles, como la guerra comercial con China o la retirada del acuerdo nuclear con Irán.
Esta ambigüedad calculada forma parte del personaje político de Trump, que sabe explotar la incertidumbre para mantener en vilo tanto a aliados como adversarios. Acostumbrado a ser el centro de atención, el magnate es consciente del poder de sus palabras para marcar la agenda y generar titulares, aunque no siempre tenga la intención o la capacidad de llevar a cabo sus amenazas.
De cara a su segundo mandato, el enigma sobre las verdaderas intenciones de Trump tras sus provocaciones verbales seguramente seguirá siendo una constante. Mientras algunos las ven como meras bravatas para consumo de su base electoral, otros alertan de la necesidad de estar preparados para escenarios de crisis. La única certeza es que, con Trump de vuelta en la Casa Blanca, la política internacional se mantendrá en vilo ante su imprevisible retórica.