A vueltas con la Zona de Bajas Emisiones (ZBE) de Lleida
Profesor de logística y transporte – Universitat Oberta de Catalunya
Recientemente varios medios de comunicación se han hecho eco de la futura implantación de la Zona de Bajas Emisiones (ZBE) en Lleida. Aprovechando la disponibilidad de recursos provenientes del impuesto al CO2 de los vehículos, los municipios que se ven obligados por ley se están poniendo las pilas. La ley de Cambio Climático exige que todos aquellos municipios de más de 50.000 habitantes, o más de 20.000 con atmósfera contaminada, delimiten una ZBE. Y eso implica llevar a cabo decisiones políticas importantes en base a criterios técnicos inapelables. Es decir, hay que planificar cómo se llevará a cabo y qué área se cubrirá. Y aquí surge el primer dilema. La movilidad urbana no es una ciencia exacta, y por lo tanto las decisiones siempre son cuestionables. Quizás no se puede cuestionar su necesidad (u obligatoriedad), pero sin duda se puede discrepar de las medidas, de las actuaciones y de los procedimientos seguidos para implantarla.
Hasta ahora sabemos que se está trabajando con un ámbito geográfico considerable de la trama urbana de Lleida. En concreto se habla de toda la zona delimitada por la carretera L11, el paseo de Ronda y la calle Princep de Viana. Cierto es que dentro de este ámbito hay varias áreas ya excluidas parcialmente de la circulación, como algunas zonas del Centro Histórico, la colina de la Seu Vella o el parque de los Campos Elíseos, pero no deja de ser una apuesta atrevida si nos fijamos en el tamaño de la ciudad. También sabemos que el cumplimiento de las restricciones se vigilará mediante una veintena de cámaras capaces de captar las matrículas de los vehículos y de multar los conductores con vehículos no autorizados.
Cabe decir que esta medida ha dado buenos resultados en otras ciudades europeas. Un estudio publicado por Hendrik Wolff sobre el impacto de las ZBE en 41 ciudades alemanas, indica que la mejora de la calidad del aire puede llegar al 9% en el interior de la zona delimitada, y al 3.6% en el exterior de la misma. Pero también es cierto que el mismo estudio indica que a mayor ZBE mejores son los resultados. Y sólo por comparar, la ZBE de Lleid cubre unos 3 km2, mientras que la de Barcelona son 95. Por lo tanto, parece ser que la medida tendrá poca incidencia, excepto cuando nos encontremos bajo episodios de niebla continuada. En estos casos sí que una reducción de las emisiones vinculadas a la movilidad puede ser determinante.
En todo caso, y volviendo al origen de la cuestión, pienso que la pregunta que realmente hay que hacerse es: ¿es esta la medida más eficaz para cambiar el modelo de movilidad de Lleida y en consecuencia las emisiones? A mi parecer, y siguiendo el razonamiento del palo y la zanahoria, primero se tendría que haber trabajado en la redefinición infraestructural. Se tendría que trabajar en medidas como la ampliación de espacio para los modos más sostenibles, la peatonalització de las calles poco transitadas, la definición de una red de carriles bici conexa y segura, la redefinición de líneas de bus, la habilitación de estacionamientos disuasorios y, sobre todo, un sistema fiable y frecuente de cercanías, con autobuses y trenes trabajando de forma integrada espacial y tarifariamente.
Aplicar una ZBE sin haber desarrollado primero todas estas medidas puede ser contraproducente. No afectará a aquellos con más poder adquisitivo y que pueden renovar su vehículo periódicamente, pero puede causar bolsas de marginación espacial por imposibilidad de desplazarse o por resultar los desplazamientos demasiado farragosos. Mi recomendación pues es preparar un borrador de propuesta cuanto antes, empezar a debatirlo con la ciudadanía de Lleida y alrededores, y aprovechar todos los fondos nacionales y europeos disponibles para sacar adelante proyectos que aporten mejoras sustanciales a la sostenibilidad de movilidad en la ciudad.