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“Vergüenza”,“Indignación” o “Así nos va”. Son algunas de las reacciones que he sentido los últimos días a raíz de la condena de 4 años y medio de prisión a Dani Alves por agresión sexual. Y si bien es cierto que la mayoría van en esta línea, también he sido testigo de expresiones tipos “Si no quieres polvo, no vayas a la era”. La visión clásica no tiene más, todos la conocemos. Se le ha dedicado unos cuantos hits los últimos años, como el de Nebulossa, quizás un chico demasiado explícito si queréis, pero precisamente por eso no ha dejado a nadie indiferente. La reflexión que querría poner sobre la mesa es la que hacen, con la boca pequeña, algunas mujeres, todo sea dicho, madres de adolescentes. Lo hacen con mucha cautela y midiendo muy bien cada palabra para evitar malentendidos, pero acaban encendiendo los debates igualmente. Romperé una lanza a favor suyo, pero dejadme aclarar, de entrada, que es la condición de madre lo que enfoca su razonamiento.

El abusador es el problema y único culpable, en ningún caso la víctima. Absolutamente de acuerdo. En un tablero de juego ideal las mujeres tendríamos que poder expresarnos, jugar y dejarnos fluir libremente, hasta allí donde nos sintamos cómodas o nos apetezca, con el respeto como regla básica y el comodín del NO bajo la manga. Pero mientras eso no sea así -Alves nos lo ha vuelto a dejar claro– no es extraño que muchas madres quieran hacer un llamamiento a la prudencia y a la responsabilidad. Dirigida a sus hijas adolescentes. Para protegerlas, claro está. Yo a las mías les diría que escuchen siempre su intuición y ante cualquier indicio de sospecha, el freno. Que de oportunidades para jugar y experimentar no les faltará, y que una mala experiencia puede condicionar, de por vida, sus relaciones sexuales y afectivas.

Dicho esto, la sentencia es una vergüenza, cierto. Aunque no nos tendría que extrañar con un Código Penal que castiga los delitos sexuales con penas de prisión de 4 hasta 12 años. Es condenatoria, sin embargo, y exemplificadora en el sentido que considera clave|clavo|llave que la víctima no consintiera los hechos. Estaban en un entorno privado y sin testigos|testimonios. Lo que ha hecho prevalecer el tribunal es el relato de la chica, dejando bien claro que el consentimiento puede ser revocado en cualquier momento de la partida. Y eso, en el tablero|tablón de juego real, es lo que puede marcar un antes y un después.

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