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Que las pobres vacas son responsables en parte de los gases con efecto invernadero que hacen subir la temperatura de la Tierra hasta límites dañinos sobre el ecosistema y la biodiversidad, y de postre sobre el ser humano, es sobradamente conocido. Lo que no sabíamos, la verdad, es que los argentinos habían ideado unas mochilas ligadas a estos bovinos con la intención de capturar los gases de sus pedos y a través de unas cánulas insertadas en sus cuerpos transformarlos en biocombustible. La estrambótica idea evidentemente ha fracasado. Ver a los pobres animales con unas grandes bombonas a cuestas daba risa más que otra cosa, y el tiempo ha demostrado que era un invento del TBO, sin validez científica y sin aplicación práctica.

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