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La semana que culminamos ha estado marcada por la actualidad política y nos ha dejado más de una imagen que sería mejor borrar. No hablamos de la fallida sesión de investidura del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, resultado más que previsible ante la falta de apoyos del político gallego, sino de episodios en otros ámbitos de la vida pública que nunca habrían tenido que producirse. En primer lugar, el jueves la ministra de Igualdad, Irene Montero, y la presidenta de las Cortes de Aragón, Marta Fernández (Vox), protagonizaron un episodio tenso e incómodo en el recibimiento institucional a las puertas del Palacio de la Aljafería de Zaragoza, previo a una jornada europea sobre derechos sexuales y reproductivos, previsto en este palacio, que es sede de las Cortes de Aragón. “¿Qué tal, presidenta? Me alegro de que nos encontremos en un evento europeo para defender el derecho al aborto”, dijo la ministra a Fernández a su llegada. El saludo se produjo sin ademán de estrecharse las manos. La presidenta se limitó a darle los buenos días y la bienvenida a las Cortes y después se negó a darle la mano que sí le tendió la secretaria de Estado de Igualdad, Ángela Rodríguez. Las imágenes que recogían estos momentos fueron más que elocuentes y respondieron a la expectación prevista ante este encuentro, que venía precedido por algunas salidas totalmente fuera de tono contra la ministra por parte de la presidenta de las Cortes, puesto que esta última llegó a decir que Montero solo sabía “arrodillarse para medrar”. Por si esta situación no fuera lo bastante lamentable, teniendo en cuenta que Rodríguez debería ser consciente de que no solo representa a su formación ultraderechista sino a todos los aragoneses como presidenta del parlamento autonómico, el mismo día, pero en este caso en el ayuntamiento de Madrid, se produjo otro ejemplo de bajeza política. El concejal socialista Daniel Viondi, al término de su turno de palabra en el pleno municipal, se acercó al asiento del alcalde, José Luis Martínez-Almeida, y le tocó varias veces en la cara en una situación que podría ser considerada amenazante. Viondi, que en otra ocasión ya amenazó a un diputado en la Asamblea de Madrid diciéndole que le iba a arrancar la cabeza, se vio obligado a dimitir y a renunciar a todos sus cargos orgánicos tras protagonizar este bochornoso episodio. No cabe en el mismo saco el error del diputado de Junts, Eduard Pujol, que se equivocó a la hora de emitir su voto en la sesión de investidura, pero no estaría de más prestar más atención en un momento crucial como era el pleno del Congreso. En definitiva, si nuestra clase política es reflejo de la sociedad es fácil deducir que la sociedad presenta graves carencias. Es labor de todos, pero especialmente de los dirigentes, intentar atajar y poner solución a estas carencias que son una de las causas de la desafección política de la ciudadanía.

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