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Conseguir la igualdad de género y empoderar a las mujeres rurales es un ingrediente fundamental en la lucha contra la pobreza extrema, el hambre y la desnutrición. Las mujeres rurales son una cuarta parte de la población mundial y trabajan como agricultoras, asalariadas y empresarias. Sin embargo, como señala ONU Mujeres, las campesinas sufren de manera desproporcionada los múltiples aspectos de la pobreza y pese a ser tan productivas y buenas gestoras como sus homólogos masculinos, no disponen del mismo acceso a la tierra, créditos, materiales agrícolas, mercados o cadenas de productos cultivados de alto valor. Tampoco disfrutan de un acceso equitativo a servicios públicos, como la educación y la asistencia sanitaria, ni a infraestructuras, como el agua y saneamiento. Las barreras estructurales y las normas sociales discriminatorias continúan limitando el poder de estas mujeres en la participación política dentro de sus comunidades y hogares. Mundialmente, con pocas excepciones, todos los indicadores de género y desarrollo muestran que las campesinas se encuentran en peores condiciones que los hombres del campo. En Lleida, rural por excelencia ya que solo la capital tiene más de los 30.000 habitantes que marca la ley de Desarrollo Sostenible del Medio Rural como umbral de esta definición, la desigualdad entre hombres y mujeres se acentúa. Esto se aprecia en el ámbito laboral, donde las tasas de desempleo femenino son hasta un 14% mayores que el masculino, un porcentaje que se eleva al 18,4% en la franja de edad entre los 25 y los 44 años. El agravio comparativo aumenta si se tiene en cuenta que hay menos mujeres que varones en el conjunto de los municipios. Suponen el 48% de su población y su peso demográfico suele estar por debajo de esta cifra en las localidades con menos habitantes. Esta tendencia es común al conjunto de la Catalunya rural. En cambio, en las ciudades sucede justo lo contrario: en el caso de la ciudad de Lleida, las mujeres son el 50,4% del padrón. En cuanto a los empleos, datos de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales apuntan a nivel estatal que la mayoría de las trabajadoras se concentran en el sector de servicios y están sobrerrepresentadas en puestos apartados de la toma de decisiones, con una media salarial más baja, mayor temporalidad y jornadas parciales. También son minoría en la titularidad de las explotaciones agrarias leridanas, aunque han recortado la distancia respecto a los hombres, y su presencia es todavía muy escasa, pero en aumento, en la presidencia de cooperativas y cargos directivos de grandes empresas de este sector. Sin embargo, también hay avances. Las mujeres son ya mayoría en la administración en Lleida y en sectores como la sanidad o la educación. Los techos de cristal todavía existen pero poco a poco se van abriendo a la igualdad y hacia esa meta hay que seguir caminando.

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