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Los Mossos d’Esquadra detuvieron ayer a una pareja en Mollerussa en el marco de una operación contra un grupo violento neonazi llevada a cabo en diversas poblaciones catalanas. Hay que felicitar a la policía autonómica por la dedicación que ha demostrado en el combate de la extrema derecha violenta, que en los últimos años ha sido menos combatida en España de lo que lo ha sido en otros países europeos, sobre todo en Alemania. Los detenidos formarían parte del grupo Combat 18. “Combat” es un eufemismo de violencia, y el número 18 lo explica todo. En realidad no es 18, sino 1 (primera letra del alfabeto: A, por Adolf) y 8 (octava letra del alfabeto: H, por Hitler). Con eso está dicho todo. La vieja ultraderecha, la de Jean-Marie Le Pen, para entendernos, entronca con el fascismo o el nazismo tradicional; la nueva ultraderecha, la que representa su hija Marine en Francia, limita derechos democráticos, pero no discute el sistema democrático. Grupúsculos como Combat 18, sin embargo, creen en la necesidad de la violencia para defender su ideología, que no es otra que el supremacismo blanco. Afortunadamente son pocos, pero muy peligrosos. Su corpus ideológico es de una simpleza desconcertante: creen en pleno siglo XXI, como en los tiempos de Hitler, que el hombre blanco es superior al resto de razas, y defienden la violencia contra migrantes y militantes de extrema izquierda para imponer esta supuesta ideología. A diferencia de la vieja y la nueva ultraderecha, que son profundamente nacionalistas, la ultraderecha violenta es internacionalista. En realidad, su nación es la del hombre blanco, es decir, la de todos los países en los que es mayoritaria esta supuesta raza superior. Son creencias que avergüenzan y es muy importante combatirlas. También lo es no mezclar este fenómeno, o los atentados terroristas de los últimos días de Francia, Bruselas y Estados Unidos, con el conflicto que desde hace 10 días está convirtiendo en un infierno la franja de Gaza. El enfrentamiento árabe-israelí de Oriente Medio es muy complejo, dura desde hace 70 años y no admite posicionamientos maniqueístas de buenos y malos. En realidad, las grandes víctimas de ese conflicto son los civiles de Gaza, que lo son doblemente de los fanáticos de Hamás y de Israel. Más allá de ese conflicto, la violencia neonazi y el terrorismo yihadista son problemas que tenemos en Occidente, también en Ponent, como demuestra la operación desarrollada ayer por los Mossos en Mollerussa o los distintos dispositivos que se han llevado a cabo contra el terrorismo islamista en las comarcas de Lleida, la última de ellas hace unos meses en El Pont de Suert. Una vez más, los Mossos han demostrado que los combaten con profesionalidad, y hay que agradecerles operaciones como las de ayer.

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