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El jueves se cumplirán 100 años exactos del nacimiento, en el barrio de la Bordeta de Lleida, del científico Joan Oró. Sus orígenes humildes no frenaron su ansia de saber. En las largas noches trabajando en el obrador de la panadería de su padre, en la calle Anselm Clavé, miraba las estrellas y se hacía muchas preguntas. El profesor Jordi Sirera, del Instituto de Segunda Enseñanza, el actual Màrius Torres, le abrió las puertas de la biología y su curiosidad fue en aumento. Le interesaba, sobre todo, descubrir el origen de la vida y se hizo bioquímico. Ya tenía tres hijos cuando en 1952 hizo las maletas para irse a Estados Unidos –donde años después nacería el cuarto– a seguir aprendiendo. No sabía hablar inglés. Explicaba, divertido, que al llegar al hotel el recepcionista le dijo algo que no entendió. Al repetírselo interpretó que le advertía que la habitación no tenía baño (no bathroom) y él levantaba el pulgar, conformado. Alguien se apiadó de la situación y tradujo: le decían que no había habitaciones (no bedroom). Solo cuatro años después ya era doctor en Bioquímica y profesor de la Universidad de Houston. Una mente tan brillante que la NASA lo reclamó para trabajar en distintos proyectos, incluido el mítico Apolo o el programa Viking, una misión no tripulada a Marte que permitió hacer los primeros estudios biológicos de este planeta. Pero a pesar de sus éxitos académicos, Oró se añoraba. Recordaba su hija mayor, Maria Elena Oró, que llegó a organizar revetlles de Sant Joan en Houston y que, como buen panadero, las coques de recapte iban a su cargo. Regresó en 1980 y llegó a ser diputado en el Parlament. En esta nueva etapa organizó un congreso internacional de biomedicina en su Lleida natal y puso los cimientos de lo que se convertiría en el Parc Astronòmic del Montsec. En pleno Any Oró, el Institut d’Estudis Ilerdencs organizó el sábado la jornada L’origen de la vida: el llegat de Joan Oró. Josep Maria Trigo, doctor en Astrofísica, reivindicó los estudios del leridano sobre cometas y asteroides. Aseguró que eran muchos los investigadores que se habían nutrido de estos trabajos. Miquel Saureda, físico e ingeniero aeronáutico, explicó que “la investigación de científicos como Oró trasciende porque, aparte de buscar la vida que conocemos en la Tierra, nos hace preguntar cómo podría haber vidas alternativas en otros planetas”. Para Carlos Briones, doctor en Ciencias Químicas, “el legado del científico leridano ha sido fundamental porque él sentó las bases de la química prebiótica”. Muchas derivadas de una trayectoria que sigue vigente y que desde la Fundació Oró se trabaja para que nunca caiga en el olvido. Desde las administraciones, el mejor tributo que se le podría rendir es una apuesta firme por la investigación para que ningún otro científico tenga que ir a buscar el origen de la vida tan lejos de sus propios orígenes.

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