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La cifra es insoportable. Pediatras y enfermeras de hospitales leridanos han detectado 116 casos de malos tratos infantiles en lo que va de año. Más de la mitad de alertas, un total de 64, se han activado por presuntos abusos sexuales. Cada nuevo dato es peor que el anterior: seis de estas víctimas eran niños y niñas de entre dos y cinco años. Cuando los sanitarios del área de Pediatría detectan indicios de que un paciente ha sufrido cualquier tipo de maltrato lo comunican al servicio de Derechos Sociales, que lo pone en conocimiento de los técnicos del departamento, los Mossos d’Esquadra y la Justicia. 

Es muy importante esta labor de los servicios sanitarios porque los menores que son víctimas de abusos sexuales o de malos tratos físicos y psicológicos son la máxima expresión de la vulnerabilidad. Por los abusos en sí mismos, que se producen en un espacio cerrado y que debería ser seguro, como es su casa, y porque los agresores son familiares o personas próximas a su entorno, lo que agrava más todavía las secuelas afectivas, psicológicas y morales de las víctimas. Son delitos muy difíciles de detectar por la privacidad extrema de donde se producen y por eso es fundamental que se establezcan protocolos para que los profesionales puedan descubrir y denunciar estos delitos. 

Los 116 casos de malos tratos, sobre todo abusos sexuales, detectados entre enero y septiembre son una cifra bárbara, pero no es más que la punta del iceberg. Demasiadas criaturas deben hacer frente a monstruos en sus propias casas. Dotar de recursos al personal de Pediatría para rescatar a niños atrapados en este infierno debería ser una prioridad para la administración. La leridana Marina Guiu, que fue víctima de abusos infantiles, ha canalizado su dolor a través del arte. Ha vomitado la lava, según sus palabras, del volcán de silencio que había crecido en su interior. Ya tenía 18 años la primera vez que fue capaz de verbalizar que un amigo de la familia había abusado de ella con total impunidad durante su infancia. Ojalá mucho antes, un profesional hubiera alertado de su situación y la de tantos otros niños y niñas a las autoridades, porque nadie se merece crecer en el infierno.

Prohibido prohibir

La colección de arte prohibido del periodista y empresario leridano Tatxo Benet empezó cuando adquirió una instalación de Santiago Sierra censurada por la feria ARCO, Presos políticos en la España contemporánea (2018), que depositó en el Museu de Lleida. Esta obra seguirá en Lleida, pero el resto de su impresionante fondo de arte puede verse desde hoy en la Casa Garriga Nogués de Barcelona, reconvertida en Museo del Arte Prohibido. Para admirar y reflexionar

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