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Analista de Relacions Internacionals
a l’Orient Mitjà

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En Amman, la capital de Jordania, como tantos otros lugares del mundo –incluyendo muchas capitales europeas–, las protestas por los bombardeos de Israel a la Franja de Gaza y por la liberación de Palestina no cesan. La guerra entre Israel y Hamás está despertando mucha conmoción en ambos lados, y seguirá provocando mucha más. El 7 de octubre, el grupo terrorista Hamás, apoyado por otras agrupaciones de liberación palestinas, perpetró una ofensiva sorpresa en Israel en la que mató a unas 1.400 personas y secuestró 229. En respuesta, Israel empezó el viernes pasado una campaña de bombardeos en la Franja de Gaza que, a estas alturas, se ha convertido en una matanza. Se produce así la aceleración de la expulsión de los palestinos de su territorio que empezó en 1948 con la Nakba, el traslado forzado de más de medio millón de palestinos en Gaza, la llamada “prisión al aire libre” más grande del mundo. En estos 45 km2, casi más de dos millones de palestinos han estado recibiendo ataques – también en hospitales y mezquitas– que, de momento, han matado a más de 8.200, entre los cuales más de 3.300 niños, y han desplazado a más de un millón. 

Aquel viernes, todos los que se comunicaban con sus familiares y amigos en Gaza perdieron toda conexión cuando Israel cortó la red y comunicaciones durante los bombardeos nocturnos, haciéndoles sospechar muchas muertes árabes que confirmarían en miles el día siguiente. Este corte no afectaría a Hamás, que no se comunica mediante telecomunicaciones debido al posible espionaje, sino sólo a la población civil. Mientras, la sociedad israelí se muestra abatida por el secuestro y las muertes de los suyos, y desatendida por su gobierno, que no parece exponer un compromiso firme para el retorno de los rehenes. Netanyahu, que hace referencia a la Biblia hebrea en los discursos para justificar la destrucción de Gaza, ha declarado el inicio de una guerra “larga y difícil”, y parece que la invasión terrestre ha empezado. Esta no sólo cuenta con el apoyo de EEUU –que no pondrá “ninguna línea roja” porque Israel “no debe ninguna justificación”–, sino con la de varios países de la ONU. El mismo día del ataque, se aprobó la resolución no vinculante que Jordania introdujo en la Asamblea General de la ONU para una tregua humanitaria para el acceso de ayuda en Gaza. EEUU –entre otros– votó en contra, y 45 más, incluyendo países como Ucrania, Suecia, Canadá, Italia y Países Bajos, se abstuvieron. En su caso, España votó a favor. 

Mientras tanto, en los territorios palestinos ocupados de Cisjordania, más de cien palestinos han sido asesinados por colonos desde que Hamás perpetró su ataque; una cifra que se suma a las muertes que hace meses que se intensifican allí. En este sentido, la comunidad árabe –y, por lo tanto, la jordana– está más consternada y desesperada que nunca, en lo que se percibe como un exterminio y parece que puede culminar la ocupación israelí que hace más de cincuenta años que dura

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