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EDITORIAL

Mejorar la educación debe ser una prioridad

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Los resultados de las pruebas de competencias básicas efectuadas el pasado curso a los alumnos de cuarto de ESO reflejaron un nuevo descenso, aunque pequeño, del nivel en catalán y castellano, una modesta mejora en el de inglés y un estancamiento en matemáticas, que es el peor de todos con diferencia. Mientras, en sexto de Primaria no hay grandes pasos atrás, pero tampoco ninguna mejora significativa. A la hora de analizar la situación actual y proponer qué puede hacerse para mejorarla, varios directores de centros y expertos coinciden en algunos puntos: es necesario inculcar a los niños el valor del esfuerzo, hacen falta más recursos para atender la diversidad de alumnos en las aulas, y no se puede seguir pidiendo a la escuela y a los institutos que asuman cada vez más tareas en ámbitos como el medio ambiente, la seguridad vial, la igualdad o la cultura de la paz, entre otros, además de la enseñanza de todas las materias. Que haya que reivindicar el esfuerzo como un pilar de la educación evidencia que algo no estamos haciendo bien a nivel del conjunto de la sociedad, porque sin un mínimo de trabajo y concentración por parte del alumno no puede haber aprendizaje. Esta premisa contrasta con la realidad de que muchas familias permiten que sus niños se entretengan a diario con todo tipo de dispositivos móviles o que rechacen que tengan que hacer deberes en casa mientras los inscriben en múltiples actividades extraescolares. En relación con la diversidad, no solo se trata de tener recursos suficientes para la atención específica de alumnos recién llegados, sino de los que tienen otras necesidades especiales. Los objetivos de la denominada escuela inclusiva son alabados por toda la comunidad educativa, el problema es que la dotación económica y de profesionales para alcanzarlos son claramente insuficientes. Y en este ámbito hay también una fractura educativa entre los centros que cuentan con un mayor número de alumnos cuyas familias son de un nivel socioeconómico alto y los que tienen más de un nivel bajo, con el añadido de que las familias más pudientes dan la espalda a la escuela pública e incluso a buena parte de las concertadas en favor de las privadas y de algunos colegios muy concretos. Hay más elementos a mejorar, como acabar con el constante cambio de normativas. Y también hay que preguntarse, como apuntan muchos docentes, si los que toman las decisiones políticas no priorizan mejorar las estadísticas antes que el nivel educativo. Porque a veces da la impresión de que para reducir los porcentajes de repetidores o de jóvenes que no acaban la educación obligatoria se opta por el camino más fácil y barato, que es facilitar el pase de curso o la obtención del título, en lugar de destinar los recursos necesarios para ayudar a los alumnos rezagados o crear itinerarios específicos para los adolescentes que no quieren estudiar.

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