EDITORIAL
Una Lleida más diversa, envejecida y menos rural
El Institut d’Estadística de Catalunya (Idescat) hizo público el viernes que Catalunya acaba de superar los 8 millones de habitantes 36 años después de que la Generalitat lanzara el eslogan Som sis milions. Así pues, en este periodo la población ha crecido un 33%, porcentaje que en la provincia de Lleida ha sido del 27,5%, pasando de los 353.000 a 450.541 habitantes. En ambos casos, el incremento ha sido impulsado principalmente por la llegada de personas de otros países, ya que el porcentaje de residentes con nacionalidad extranjera ha pasado de estar en torno al 1% a alcanzar el 16,3% a nivel catalán y el 18,8% en las comarcas de Lleida, y la proporción todavía es más alta si en lugar de por nacionalidad se contabilizan los nacidos en el extranjero, ya que son más del 20%. Es la inmigración lo que ha compensado sobradamente el crecimiento natural estancado e incluso negativo, especialmente en la última década, ya que en Ponent hay más defunciones que nacimientos desde 2014. Esto, junto con el aumento de la esperanza de vida, ha comportado un envejecimiento de la población, y ahora un 24,1% de los residentes en la provincia tienen más de 65 años. Así que está claro que los que han venido de fuera no sólo han sido indispensables para dar respuesta a la necesidad de mano de obra de numerosos sectores, sino que el mantenimiento del sistema de pensiones dependerá en una parte significativa de su trabajo y el de sus hijos y de las personas que seguirán llegando desde otros países. Guste más o guste menos, es una realidad objetiva que también afecta a la mayoría de estados de Europa occidental y que no se puede abordar desde discursos simplistas o populistas. Por otro lado, la evolución registrada desde finales de los años ochenta constata la progresiva despoblación del mundo rural. Hasta 92 municipios de Lleida, que suponen el 40% del total, han perdido habitantes. De ellos, una treintena tienen ahora como mínimo un 30% menos de residentes que en 1987, y en nueve la caída supera el 40%. Son principalmente localidades de Les Garrigues, Urgell, Segrià y la Noguera, así como algunas de la Segarra, el Solsonès, Alt Urgell y Pallars Jussà. La población se concentra cada vez más en las capitales comarcales y determinados municipios que tienen una mayor actividad económica o que están en el entorno de Lleida ciudad. Todo un síntoma de que los reiterados llamamientos al reequilibrio territorial no pasan de la teoría a la práctica y que hasta ahora no ha habido ninguna alternativa que haya compensado la paulatina desaparición de los pequeños y medianos agricultores y ganaderos y de pequeñas empresas tradicionales. El auge del teletrabajo durante los meses con mayores restricciones a causa de la pandemia de la Covid pareció que podía ser una solución, pero finalmente su incidencia ha acabado siendo menor.