EDITORIAL
Empoderar al mundo rural
La Covid trajo consigo un aumento en la población de la mayoría de municipios rurales de Lleida a partir de 2020. Seis de cada diez, un total de 146, vieron crecer su censo. Esto se atribuyó en gran medida a un éxodo desde las ciudades para evitar contagios. Sin embargo, cerca de la mitad han perdido vecinos desde entonces: 64 localidades que ganaron población al inicio de la emergencia sanitaria han perdido vecinos desde 2022. Así se desprende de los datos del INE, que revelan que los padrones de 18 de ellos han caído por debajo de las cifras previas a la pandemia. Este es el caso de Maials. Su alcalde, David Masot, explicó que inmigrantes y jóvenes atraídos por la agroindustria y el regadío se han establecido en el pueblo, pero como la población está envejecida y el índice de fallecidos es alto, el censo decrece. En Torres de Segre, el alcalde, Axel Curcó, apuntó a la falta de trabajo en el campo por la sequía. “Hace 2 o 3 años, muchos temporeros llegaban, se empadronaban y algunos se quedaban. Ya no hay tantos.” Las circunstancias de cada municipio por las que no crecen son diversas: en unos es la falta de trabajo, en otros la vivienda, la escasez de algunos servicios, las distancias, las infraestructuras insuficientes o deficitarias, la falta de transporte público, la burocracia, etc. Por ello es tan importante que se lleven a cabo jornadas como las organizadas por la Fundació Privada Horitzons 2050 de este viernes y ayer sábado en Lleida y Torrebesses. Primero, porque el mundo rural necesita empoderarse y hacer llegar a las administraciones un plan concreto, directo y claro sobre sus prioridades. La diversidad de las problemáticas obliga también a un conocimiento global de estos pueblos, porque no es lo mismo una comarca de montaña que ha fiado su futuro al turismo, olvidando o relegando el sector primario, a una del llano del Segrià o el Pla, donde la agroindustria y el sector primario son la base de su economía. Tampoco se pueden buscar soluciones iguales para pueblos de Les Garrigues o la Segarra envejecidos, que para el Solsonès, Alt Urgell o Cerdanya leridana. Los consells comarcals y la Diputación, como entes supramunicipales, son los primeros que tienen la obligación de plasmar las carencias actuales y buscar soluciones de futuro, pero es evidente que la sociedad civil ha de hacerse oír también. Lleida tiene un gran potencial agroalimentario, tiene una situación estratégica inmejorable, tanto en el Pirineo como en el llano, un turismo en constante crecimiento y un tejido empresarial pionero en muchos sectores, sobre todo agroganadero. Por tanto, y como muy bien definió el arquitecto y urbanista Carles Llop, las ciudades no deben ser una aglomeración de gente y su futuro depende del ecosistema del mundo rural: bosques, agua y agricultura. Ese valor incalculable que atesoran los pueblos de Ponent y el Pirineo deben ser su impulso para ganar población.