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El rey abrió ayer la decimoquinta legislatura en una sesión plenaria solemne que reunió en el Congreso a diputados y senadores con la ausencia anunciada de los independentistas, que volvieron a plantar al jefe del Estado. El primer discurso en las Cortes correspondió a la presidenta del Congreso, Francina Armengol, que clamó para que esta sea la legislatura del diálogo y el respeto a las distintas sensibilidades presentes en el hemiciclo en un mensaje de 13 minutos. No la aplaudieron ni el PP ni Vox, pero fue una buena introducción a la que está llamada a ser la legislatura que ponga fin a la primera transición española para dar paso a un estado más moderno, plural y democrático, en el que el Poder Judicial se centre en sus tareas, que no son otras que aplicar las leyes, y deje de intentar bloquear los avances que la mayoría parlamentaria acuerde. Es un reto importante y difícil porque la oposición ha decidido intentar ganar en los tribunales, la calle y los medios la batalla política que ha perdido por la aritmética parlamentaria, en definitiva por la voluntad de los ciudadanos, en quien recae siempre la soberanía. A continuación fue el turno de Felipe VI. Era su primer discurso político tras la presentación de la ley de amnistía y después de los pactos que el PSOE firmó con ERC y Junts. El monarca apeló en varias ocasiones al respeto a la Constitución: “Reivindicar el profundo significado entre aquel pacto no es en absoluto mirar atrás, es una reafirmación de nuestras mejores capacidades como país.” Destacó que “garantiza nuestra convivencia colectiva” y puso en valor el gran logro de hace 45 años: “La Constitución es el alma de nuestra democracia y libertad”, dijo. Nada que objetar a estas palabras, la Constitución del 78 logró pasar de la dictadura a la democracia sin sangre y por ello siempre merecerá un reconocimiento. Pero igual verdad es esta conquista de todos los actores del momento, como que el ruido de sables impedía hacer tabla rasa en el Ejército y otros estamentos del Estado. Narcís Serra se encargó de los militares tras el golpe de Estado del 81, pero las altas togas se resisten a dejar de actuar como titulares de unos derechos legislativos que solo corresponden a los ciudadanos. Y en cuanto al rey, la propia Constitución especifica que su función es exclusivamente simbólica: arbitra y modera el funcionamiento de las instituciones. Joan Baptista CullaEl historiador Joan B. Culla murió ayer a los 71 años de cáncer. Pocas figuras de la Catalunya actual han generado tanto consenso en la loa. Un profesor que explicó como nadie el siglo XX, pero también un gran escritor y una persona sin hipotecas políticas que decía siempre lo que pensaba. Descanse en paz

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