EDITORIAL
El legado de Nelson Mandela
Sus ideales de igualdad le costaron 27 años entre rejas, sus discursos contra el racismo alentaron las esperanzas de varias generaciones de sudafricanos negros de acabar con la segregación racial y su liderazgo terminó por abolir un sistema político y legal tan injusto como arraigado en 1994. Ayer, 10 años después de la muerte de Nelson Mandela (1918-2013) y 29 después de que se aboliera el apartheid, Sudáfrica continúa tratando de dejar atrás un pasado de racismo, injusticias y discriminación. Los ciudadanos de raza negra han pasado de no tener derecho a voto a redactar las leyes, dirigir la economía, elaborar las noticias, decidir qué historia compartir y ejercer el dominio político sobre una minoría blanca que representaba tan solo el 15% de la población. John Carlin, el escritor inglés que mejor conoce la obra y el legado de Mandela, asegura que muchas de las batallas que libró el líder sudafricano se ven hoy amenazadas por la corrupción de sus herederos y la falta de liderazgo, pero que el país al que dedicó toda su vida es una democracia sin marcha atrás donde blancos y negros luchan como iguales por superar la crisis en la que están inmersos. Crisis de liderazgo que afectan al mundo entero, con un conflicto bélico entre Israel y Palestina que debería estar más que encarrilado tras años de conferencias de paz y miles de resoluciones. Con la invasión de Ucrania que ha dejado de ser primera página de los medios de comunicación, pero que sigue causando muertes diarias. Con un liderazgo de Europa a la baja por la potencia de los gigantes económicos asiáticos y unos EEUU con un presidente que no ha estado a la altura de Obama. La ultraderecha y los populismos avanzan y, en la cumbre del clima, su presidente duda de que los combustibles fósiles deban eliminarse para no seguir calentando el planeta. Desolador, pero como decía Mandela en una de sus frases más célebres: “La mayor gloria no es no caer nunca, sino levantarse siempre. Tropezar, caerse, levantarse. Y volver a tropezar para volver a ponerse de pie es parte de la vida.” El informe PISALos nefastos resultados del informe PISA obtenidos en Catalunya en matemáticas, ciencias y comprensión lectora requieren una seria reflexión y cambio de rumbo en muchas políticas educativas. Es cierto que el índice de estudiantes foráneos que se incorporan al sistema, muchos a medio curso, es el más alto de España y de muchos países europeos, pero eso ya es así desde hace años y, por tanto, no ha de ser excusa ante los malos datos de esta radiografía educativa. La Generalitat debe escuchar a la comunidad educativa y buscar soluciones con carácter urgente