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Treinta y siete meses sin abrir el paraguas. Ha llovido algún día, pero no de forma general ni generosa. La sequía dura ya más de tres años y el director de la Agencia Catalana del Agua, Samuel Reyes, hizo ayer un balance demoledor. Más allá de las cifras agónicas de los pantanos de las cuencas internas, Reyes lamentó el desinterés de la sociedad catalana por lo que calificó como la peor sequía del siglo. Se refería, sobre todo, a la mirada urbana. En el ámbito rural, los estragos de las sequías son más que evidentes. Para muestra, el Canal d’Urgell, que por primera vez en 161 años de historia tuvo que cerrar el grifo a los regantes. Reyes fue insólitamente claro y rotundo al manifestar que hasta que las restricciones no han afectado a las duchas de los gimnasios de las grandes ciudades o al riego del césped de campos de fútbol, el tema no se ha puesto sobre la mesa. No descubriremos la sopa de ajo al destacar el profundo desequilibrio territorial de Catalunya, pero las afirmaciones de Reyes invitan a la reflexión. La región metropolitana de Barcelona consume 11.000 litros de agua por segundo, pero hasta que los pantanos de las cuencas internas no han llegado al temido 16% que obligará a decretar la emergencia en cuestión de semanas, parecía que la sequía era cosa de payeses y ganaderos. El resto de sectores han actuado con total indiferencia. Habría que plantearse, no obstante, si más allá del innegable desinterés de la ciudadanía que denuncia el director de la Agencia Catalana del Agua, no ha habido también un cierto relajamiento político. De la misma manera que los incendios se apagan en invierno, la gestión del agua tenía que haber sido una prioridad institucional cuando los pantanos estaban llenos. En todo caso, coincidimos con Reyes en que “el sector agrícola ya no puede ahorrar más agua”. Es responsabilidad de todos gestionar la poca que tenemos. Las previsiones meteorológicas no son muy optimistas a corto plazo, por lo que ya no hay más excusas para poner en marcha el plan de sequía y sancionar a las empresas y consistorios que consuman más de lo que deben. Son medidas impopulares, pero necesarias. Aunque los pantanos de las comarcas de Lleida no presentan una situación tan alarmante, la cuenca del Segre está en emergencia, por lo que no se puede bajar la guardia. Fregar escaleras“Nunca sería alcaldesa con los votos de Bildu. Jamás, pase lo que pase. Nunca apoyaría a Bildu a cambio de nada. Prefiero fregar escaleras.” La hasta ayer alcaldesa de Pamplona, Cristina Ibarrola (UPN), es muy libre de criticar el legítimo pacto entre PSOE y Bildu en el ayuntamiento de la capital navarra, pero el comentario clasista sobraba

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