APUNTE AJENO
Los hijos de Juana Rivas
Sabemos que en las separaciones enconadas y violentas, las parejas se abofetean en la cara de los hijos. De la brutal cosificación que sufren estos cuando, en esas circunstancias, pasan a ser meros rehenes, objetos cuya posesión y propiedad se disputan los progenitores, poco se ha hablado en relación al caso de la sustracción de los hijos de Juana Rivas perpetrada por ella misma seguramente en compañía de otros, pese a que todo quisque ha añadido a su opinión la coletilla de que “lo importante son los niños”. Si lo más importante son los niños, la hipocresía social en este caso ha llegado a los extremos más tóxicos y delirantes, particularmente de la mano de quienes han alentado, inducido, promovido y jaleado el secuestro de unas criaturas que, como todas, lo que necesitan en su entorno para su sano desarrollo es sosiego, armonía y, desde luego, la sujeción de sus mayores a las normas básicas de convivencia, al derecho, a la justicia y a la ley. Proteger a los hijos de peligros imaginarios o reales no consiste en secuestrarlos, en burlarse de cuatro jueces y de sus correspondientes sentencias impecablemente fundamentadas, en romperles el alma a golpes de alienación parental hasta dejársela escindida, en arrancarles de su entorno y de su país de residencia, en esconderlos de la luz del día, en inscribir malamente sus nombres con caracteres indelebles en Internet o, a lo último, ante el temor de acabar en la cárcel por semejantes delitos pese a la extrema indulgencia que con su comportamiento ha mostrado la Administración de Justicia, en entregarlos en la Comandancia de la Guardia Civil en vez de en uno de los puntos de encuentro familiar bien preparados para hacer más llevadero ese doloroso trance a las criaturas. Pero aún se dice que el error de Rivas ha sido simplemente el de haber sido mal asesorada, como dando a entender que, con una asesoría más cuerda, el error de apropiarse de sus hijos por las bravas y el de retenerlos pese a las repetidas sentencias judiciales no es un error. “Hay que ponerse en el lugar de la madre”, soltó el mismo Rajoy como si todo pudiera despacharse con clichés y frases hechas. ¿Y los niños? ¿No eran lo más importante? ¿No había que ponerse principalmente en su lugar? ¿Y su derecho a ser niños, a que las bofetadas que se propinen los padres no les golpeen?