APUNTE AJENO
Sánchez, sin vacaciones
En las redacciones, entre quienes deben planificar actos de la sociedad civil, en no pocas empresas, la pesadilla se llama agenda política. ¿Cómo planificar eventos, vacaciones, contrataciones, con una agenda oficial que casi nadie sabe cómo va a discurrir? A Pedro Sánchez le queda mucho por hacer antes de irse de vacaciones, y muchas cosas van a ocurrir –esperemos– de aquí al éxodo agosteño. Porque ahora casi todo está paralizado, y menos mal que España es un país que va aprendiendo a funcionar sin un Gobierno sólido y estable.
Formados ya los gobiernos municipales y la mayor parte de los autonómicos –quedan, fundamentales, Navarra y Madrid–, ahora es el turno de Sánchez: tiene, moralmente aunque no legalmente, que ser investido antes de agosto. En menos de un mes. Otra cosa sería un monumental fracaso político de todos. De todos.
Ahí está, parada, no solo la formación del nuevo Ejecutivo: ya suenan quinielas con nombres quizá imposibles, en función de las alianzas que logre Sánchez, aunque el interés se centre en saber si habrá o no ministros de Podemos. Pero es que hay otras decisiones que empiezan a ser inaplazables: el relevo en los servicios secretos, cuyo director cumple su mandato dentro de una semana. O el de la presidencia del Tribunal Supremo y del Consejo del Poder Judicial, que ya lleva 7 meses, 7, habiendo sobrepasado el plazo de mandato.
Creo que a nadie le pueden parecer secundarios dos asuntos que, como los citados, afectan a la esencia del Estado. Lo mismo que la actividad exterior –con el ministro Borrell más pendiente, como es lógico, de su futuro europeo que del Palacio de Santa Cruz–. O la relación entre Cataluña y el Gobierno central, que se degrada porque nadie quiere pisar, estando en funciones, esa incómoda plaza. Es necesario que todas las fuerzas políticas asuman que hay que hacer sacrificios para llegar a un resultado tangible y hacer posible la investidura de Sánchez con las menores pérdidas posibles .Y me consta que Gran Pacto de Investidura se calibra entre miembros de las ejecutivas de los partidos, alarmadas por la pérdida de prestigio que están experimentando las estructuras políticas. Y es una lástima, porque no sé si podemos seguir.