APUNTE AJENO
Cabreo sordo
Todos los países del mundo sufren la pandemia provocada por el coronavirus, y en todos –con la excepción de los EEUU y Brasil– las autoridades sanitarias se emplean a fondo combatiendo los efectos de la enfermedad. Aquí las cosas funcionan de otra manera. España es el único país en el que los responsables políticos dedican más tiempo a pelearse entre ellos que a solucionar las carencias sanitarias que están en la base de la nueva amenaza de colapso de los hospitales. Ahora la pelea se centra en el nuevo y kilométrico estado de alarma que propone el Gobierno y que una parte de la oposición rechaza por entender que supone un uso excesivo de un instrumento excepcional tasado en su duración y fundamento por la propia Constitución. En cualquier caso, mientras los médicos que el día 27 realizaron una huelga –que pretenden repetir el último martes de cada mes– para denunciar las carencias de personal y material, los políticos que tienen en sus manos la solución del problema están en otra cosa. Pedro Sánchez, diseñando una estrategia para eludir el control del Parlamento a su propuesta de estado de alarma, que hace unos días era de seis meses y ahora propone que se quede en cuatro. Pese a que la pandemia no distingue de fronteras regionales y está extendida por todo el país, les ha endosado a los gobiernos autonómicos la gestión de la crisis.
Pero no será Sánchez quien se exponga al desgaste. Le ha pasado la patata caliente a Salvador Illa, el ministro de Sanidad. Y deja en manos de las CC.AA. la aplicación de las medidas restrictivas, algunas de ellas tan impopulares como sería el caso del toque de queda. Sánchez quiere aprovechar el limbo parlamentario para gobernar sin control. Como si la pandemia no fuera asunto del Gobierno, hurta su responsabilidad señalando que la Sanidad está transferida a las Comunidades Autónomas. Ya digo que en lugar de concentrar todos los esfuerzos en la lucha contra el virus los políticos van a lo suyo. La pandemia debería haber originado una tregua en la pugna política porque la gente se sigue contagiando y muriendo. Que tomen nota porque se empieza a detectar un cabreo sordo, una ola de fondo de desafección y rechazo a la clase política que no augura nada bueno.