Un ‘vintage’ de lo más agradable

La excusa fue celebrar el programa 700 (aunque lo hicieran en el 707), pero lo cierto es que a los cachondos de Zapeando (La Sexta) les salió de lo más redondo su viaje en el túnel del tiempo a los años setenta. Frank Blanco, Ana Simón, Quique Peinado, Cristina Pedroche, Ana Morgade y Miki Nadal se disfrazaron a base de pelucas, pantalones campana ceñidos, minifaldas psicodélicas, botas hasta las rodillas, plataformas y cardados en un especial que tuvo su momento culminante en el monólogo de Miki Nadal (excelente trabajo de los guionistas) explicando a los que no lo vivieron como eran los setenta a nivel televisivo y social, sobre todo cuando se revisaba a la única televisión existente y en blanco y negro. Tuvo altibajos (es el “pero” de este programa, que no acaba de solventar) pero volvió a ser la estrella en la franja de sobremesa. Sobre todo porque, además de los habituales, contó con un invitado de superlujo, una leyenda de la televisión que en los setenta estaba en pleno esplendor y que contó anécdotas con toda lucidez y autocrítica: José María Íñigo.La excusa fue celebrar el programa 700 (aunque lo hicieran en el 707), pero lo cierto es que a los cachondos de Zapeando (La Sexta) les salió de lo más redondo su viaje en el túnel del tiempo a los años setenta. Frank Blanco, Ana Simón, Quique Peinado, Cristina Pedroche, Ana Morgade y Miki Nadal se disfrazaron a base de pelucas, pantalones campana ceñidos, minifaldas psicodélicas, botas hasta las rodillas, plataformas y cardados en un especial que tuvo su momento culminante en el monólogo de Miki Nadal (excelente trabajo de los guionistas) explicando a los que no lo vivieron como eran los setenta a nivel televisivo y social, sobre todo cuando se revisaba a la única televisión existente y en blanco y negro. Tuvo altibajos (es el “pero” de este programa, que no acaba de solventar) pero volvió a ser la estrella en la franja de sobremesa. Sobre todo porque, además de los habituales, contó con un invitado de superlujo, una leyenda de la televisión que en los setenta estaba en pleno esplendor y que contó anécdotas con toda lucidez y autocrítica: José María Íñigo.