BOIG PER TU
Hay que soltarse más
El problema de ver a Cristina Pardo (Pamplona, 1977) en su estreno en La Sexta de Malas compañías es que no parece ella. Es como una prolongación de Salvados (de hecho, pertenece a la misma productora) intentando demostrar que puede ser su sustituto cuando el otro programa descanse. O sea, más de lo mismo. Una lástima, sin que el espacio sea malo ni muchísimo menos –su audiencia fue más que aceptable en el prime time dominical– porque la mano derecha de Antonio García Ferreras, su gran mentor en Al rojo vivo, es ya uno de los valores emergentes de la cadena y con mucho recorrido por delante. Sin embargo, la primera entrega de Malas compañías (aún queda una segunda antes de decidir qué pasa con el tema) nos recordó mucho, demasiado, a la marca titular. Tanto en la escenografía, en este caso un teatro de Alicante, como en el uso de la imagen y la música. Incluso los titulares intercalados a modo de cebo-spoiler para hablar con personajes secundarios, no por ello menos importantes, en la red de corruptelas políticas en Valencia.