El primero después de Arteaga

Durante mis años de adolescencia la mañana del uno de enero, previa a la comida de Año Nuevo, discurría ante la pantalla del televisor, en blanco y negro por supuesto, asistiendo primero al concierto de la Filarmónica de Viena y después a los saltos de esquí desde la impronunciable Garmisch-Partenkirchen. Ahora el esquí ha desaparecido de la programación de TVE pero el concierto permanece y nosotros con él. El de este año, desde la Sala Dorada del Musikverein fue ciertamente especial. Fue el primero en que faltaron los comentarios del eterno José Luis Pérez de Arteaga, fallecido el 8 de febrero pasado. Le sustituyó, con solvencia, el crítico de RNE Martín Llade (San Sebastián, 1976), que le rindió cumplido homenaje, especialmente en la presentación de los bises del Danubio Azul y la Marcha Radetzky en la que parodió el tradicional chascarrillo de Arteaga en el que no faltó ni Chiquito de la Calzada. Solo un lunar en su excelente trabajo. Llade no mencionó ni una vez que Jordi Roig, que vistió al ballet vienés por quinta vez en el Neujahrskonzert, era leridano.