Siempre nos llena de envidia

Tengo un amigo, Iñaki, que debe de ser el más y mejor seguidor del futbol americano en Lleida ( al menos no he encontrado otro que le supere). Parafraseando al mítico bolero, “si la NFL le dice ven, lo deja todo”. Aún no me ha convencido para ver en directo la Superbowl pero al día siguiente me lo cuenta todo con pelos y señales. Y la verdad es que, una vez visto los resúmenes televisivos y dejando al margen el cutre gesto de la cantante Pink, la que interpretó el himno, quitándose el chicle de la boca momentos antes de comenzar, lo cierto es que siempre el evento, más allá de sus audiencias millonarias y los precios astronómicos de los anuncios, nos llena de envidia (sana) y más viniendo inmediatamente después de los Goya de este año. Se trata de un evento en que la televisión está al servicio del deporte y no al revés. Impecable realización, solvente tecnología para las jugadas polémicas –que no las hay–, un show en el descanso (esta vez con Justin Timberlake) montando y desmontando el escenario en un plis plas y conociéndose las sedes de las finales hasta el 2022. Igual que aquí.