Un seguro de audiencia

Hay que reconocerlo. Miguel Ángel Revilla (Salceda, 1943) es un imán para las audiencias. Tiene un puntito demagogo y populista, pero a la vez, transmite una sensación de simpatía con el espectador que percibe su credibilidad y eso que tanto se aprecia por según qué lares de llamar al pan, pan y al vino, vino, que le hacen un invitado de lujo en cualquier programa que se precie. Presidente de Cantabria por tercera vez (2003-2007, 2007-2011 y desde el 2015 ahí sigue), es un político al que se le rifan las cadenas, sea TVE, Atresmedia o Mediaset. Allá donde va, arrasa. Reparte a diestro y siniestro, promociona su comunidad –son legendarios sus regalos de anchoas de Santoña– y da la sensación de que no se casa con nadie. Puede que no caiga bien a todos, pero en cuanto sale en pantalla, ejerce un hechizo tal que no hay quien pueda despegar sus ojos del televisor. Su última aparición –seguro que la próxima ya está al caer– fue en El hormiguero de Pablo Motos, explicando, entre otras cosas, anécdotas con Urdangarin. Tuvo más audiencia que cuando aparecen estrellas de Hollywood.