BOIG PER TU
Al menos que corten bien
Los que ya tenemos una edad y crecimos con las sagradas normas de la televisión en blanco y negro que, inocentemente creímos que era una, grande y libre, para después darnos cuenta que lo único cierto es que era una, aceptábamos como algo cotidiano los anuncios.
Es más, hasta en ocasiones, nos extasiábamos con ellos antes de aborrecerlos por un exceso de repeticiones. Luego nos enteramos que en realidad eran los programas los que existían con el único objetivo de poder ponerlos (los anuncios), Paolo Vasile dixit.
Sin embargo, y pese a toda la comprensión y benevolencia que podamos tener y, dado que ya nos sobrepasa la nueva tecnología que permite ver series y películas, sin publicidad y cuando más nos convenga, no deja de indignarnos, no ya tanto los anuncios que, repetimos, a veces hasta nos gustan, sino el criterio de los programadores a la hora de ponerlos.
El club de la comedia es uno de los espacios más damnificados. Sin el más mínimo rubor, los responsables cortan el monólogo a la mitad de una frase. A la brava.
Y las series no le andan a la zaga. Penoso.