La tele mató al fútbol

No hay que darle más vueltas. El fútbol, tal y como se entendía hasta ahora, ya es historia. Ha sucumbido al mercantilismo imperante y al imperio de la televisión que arrincona a los aficionados –cuyas aportaciones económicas, dejando a un lado el romanticismo, son ya calderilla en los presupuestos de los clubes– en aras de la supuesta audiencia. Hoy llega la Champions. Los partidos en abierto ya no existen y, si se quieren ver, hay que pasar por caja y, además, se estrena nueva franja horaria, la de las 18.55, que estrenará el Barcelona ante el PSV. Otro golpe bajo al socio que, a esa hora, está trabajando o recogiendo a los hijos del colegio. O sea, seient lluire a tope y las gradas del Camp Nou repletas de guiris. Y las audiencias tampoco no parecen muy optimistas, a esa hora, comparándolas con los equipos que jugarán a las nueve de la noche. No sé, quizás alguien debería sentarse un momento a pensárselo bien y poner freno a tanto desatino, como el de jugar en Miami un Girona-Barça. Otro atentado al aficionado y a la competición, que queda seriamente adulterada.