Un 'Deluxe' bipolar (1)

Bertín Osborne tiene una virtud, con la que se estará de acuerdo o no, pero que es de una constatación palmaria: se podrá estar, o no, de acuerdo con él, pero allá donde va posee el don de caer bien. Puede que no se compartan sus ideas políticas, pero hace virtud de aquel campechanismo que, tiempo atrás, fue bandera del rey emérito y que, en definitiva, convierte en audiencia todo lo que toca. Este sábado lo llevaron al Deluxe y fue todo un éxito. Le dejaron promocionar su último disco de rancheras, le llevaron a su mariachi al plató para que cantara con voz y música en directo –bis incluido–, le proyectaron su agenda de conciertos hasta después del verano y le dieron carrete para que se explayara a base de anécdotas televisivas, sus andanzas por México y Venezuela, sus conquistas sentimentales –le adjudicaron tantas que hasta él mismo se llevó las manos a la cabeza por la exageración–, le tiraron de la lengua por su visión de España (estuvo más bien comedido) y le buscaron la fibra con la enfermedad de su hijo. Lo dicho, fue un éxito de los que no tienen precio.