Suspenso televisivo

Los analistas políticos ya se encargarán de valorar el mensaje de los participantes en el debate electoral a cinco del lunes. Televisivamente hablando, ahí sí que ya podemos meter baza con mayor conocimiento de causa, el debate, como casi todos sus predecesores, fue aburrido, excesivamente largo y sin ritmo. De hecho no fue un debate sino cinco monólogos obcecados en que cada uno de los participantes intentaba meter baza para arañar votos de una audiencia que, eso sí, fue millonaria. El decorado como siempre anodino y triste (podrían guardarlo de un año para otro, porque ahora lo de cada cuatro años parece una exageración, y nadie notaría nada). Así que vayamos a las pequeñas anécdotas que animaron, algo, el cotarro: Pedro Sánchez mirando siempre al atril cuando le interpelaban los demás; la cita de Abascal a Ramiro Ledesma, uno de los padres de la Falange; el lapsus de Iglesias con “mamada” en vez de “manada” o la baldosa/adoquín de Rivera, que no era de donde decía ser, o ese plano (ya todo un clásico) del servicio de limpieza que esta vez sí fue paritario.