Envidia de la Super Bowl

Reconozco que, a diferencia de mi amigo Iñaki, no estoy enganchado a la Super Bowl. Inaccesible al desaliento, no le importa trasnochar (al día siguiente toca trabajar) con un grupo de irreductibles como él ayudado por unas copas de Calvados, chocolate negro y un par de habanos. Sin embargo, sí que siento sana envidia de la final del futbol americano. De entrada, alucino con la rapidez con que se monta y desmonta el escenario para el show del descanso, que no va más allá de los 20 minutos. Este año, Shakira y Jennifer Lopez pusieron el listón altísimo. Alucino aún más con las audiencias televisivas (más de cien millones de espectadores solo en los Estados Unidos) y menos, vistas las cifras, con el precio de los anuncios: 5.600.000 dólares cada 30 segundos. Por cierto, Donald Trump compró dos para promocionarse, y también que se sepa ya la fecha de la final del 2024, cuando aquí aún no se sabe el escenario de la final de copa de este año. Ah, y Trump la volvió a liar. Felicitó al estado de Kansas cuando los ganadores, los Chiefs, tienen la sede en Missouri. Cosas suyas.