El poder de la televisión

El hecho no pasaría de una simple e incluso insignificante anécdota de no ser porque invita a una reflexión mucho más profunda de lo que podría parecer en un principio acerca de la popularidad que otorga el aparecer en la pequeña pantalla. El miércoles, mientras comíamos en el restaurante Onosca de La Nucía (por cierto, muy recomendable por su perfecto equilibrio entre calidad y precio), a la espera del inicio del partido del Lleida, apareció en el local Albert Álvarez (Manresa, 1981), bien acompañado, por cierto. A lo mejor no les dice nada el nombre, pero Albert fue uno de los concursantes de la edición del 2019 de Supervivientes y antes había destacado como tronista en Mujeres y hombres y viceversa. El comedor se revolucionó para hacerse una foto (seguidores del Lleida que también comían allí, incluidos). La pregunta es esta. Albert Álvarez, antes de su vida televisiva, fue siete veces campeón de España de salto de pértiga y una inoportuna lesión le impidió ser olímpico. ¿Hubiese pasado lo mismo de no haber sido una “estrella” de los realitys de Mediaset?