BOIG PER TU
Mucho show y poca cocina
Ha empezado la octava temporada de MasterChef en La 1. La cadena pública sigue los mismos pasos que Mediaset con el desaparecido Gran Hermano (tres ediciones por año). El lunes llegaron al 20 por ciento de la audiencia con más de dos millones y medio de seguidores. Aun reconociendo su capacidad de entretenimiento, en casa nos pareció que esta edición busca más el entretenimiento que no los valores culinarios en los concursantes, que en el primer programa participaron en la última ronda del casting: de 50 aspirantes que quedaron a 16, que son los que continuarán. Pero el primer día ya observamos detalles tan anacrónicos (por tratarse de La 1) como el rollito entre dos concursantes (en la última edición VIP ya se vio entre Tamara Falcó y el jurado Jordi Cruz); un vibrador de 6.000 revoluciones que dejó boquiabierta a Samantha Vallejo o un columpio sexual con Pepe Rodríguez como probador. Pero las que más nos gustaron fueron Juana, de 74 años, conserje de una comunidad de vecinos; Saray, una transexual andaluza, y Sonsoles, en silla de ruedas desde hace 18 años.