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Robinson, en una foto reciente.

Robinson, en una foto reciente.SEGRE

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Después de más de 30 años en este país, Michael Robinson (Leicester, 1958) seguía sin hablar correctamente el castellano. Muy buen futbolista y mejor aún periodista deportivo. Cuando en 1990 debutó, junto a Carlos Martínez, como comentarista de los partidos del Plus, aseguró que solo conocía cien palabras y de ellas noventa eran tacos. Fue igual. Robinson, con su elegancia, filosofía de vida y humor inglés, entró en nuestras casas a través del televisor para quedarse. Próximo, elegante, sabio y sobre todo muy buena gente. Le gustaban los desplazamientos para contactar con las ciudades, sus bares y restaurantes. Amaba a Cádiz (hijo predilecto desde 2018), la gastronomía y los percebes, a los que definió como patas de elefantes enanos. Sus anécdotas ya son leyenda, como cuando explicó que cuando fichó por el Osasuna no lo encontraba en el mapa. El coronavirus impide que tenga el funeral que sin duda se merecía, pero no importa. Michael Robinson siempre estará presente en nuestro recuerdo, ese lugar en el que los que nos dejan viven para siempre.

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