Nos toman (y mucho) el pelo

Cada vez que vemos, oímos, o leemos a las autoridades competentes en el tema del coronavirus haciendo referencia a Lleida, nos echamos las manos en la cabeza y se nos ponen los pelos como escarpias. La última ha sido ese remedo de desconfinamiento que anunciaron el miércoles a bombo y platillo. Si lo analizas bien, es nada de nada. Mientras en Barcelona, que está peor que aquí, se le consiente todo, a Lleida se le da las migajas para que esté contenta. Lo de los bares y restaurantes no tiene perdón de Dios. Terrazas sí, sin pasarse, a cuarenta grados en la sombra y cerrando a medianoche, que es el único momento en que, al menos, se está bien. Dentro, nada. Una memez porque, ahora mismo, podemos ir a almorzar, comer y cenar a la mayoría de bares y restaurantes a diez kilómetros a la redonda. Las piscinas comen aparte. Y ahora trasciende que no abren todas por falta de socorristas. El último borrón de unos pésimos escribanos. Al final tendremos que seguir esa consigna que tanto ha defendido (cuando le conviene) Quim Torra: desobediencia y que salga el sol por Antequera.