El Barça se enroca

Es decir, que el presidente blaugrana hace una curiosa mezcla entre la máxima política de Lampedusa (la de “que todo cambie para que todo siga igual”) y la de Camilo José Cela (“quien resiste, gana”). O sea, que se avecina un año de transición y de travesía del desierto para los culés, porque, no lo duden, en la siempre reconducida asamblea de compromisarios de octubre no pasará nada, absolutamente nada.

Decepciones en las televisiones, sobre todo en Gol y El Chiringuito, tras constatar que la anunciada revolución, anunciada en caliente, eso sí, tras el descalabro del Barça en la Champions quedaba reducida a un comunicado de un folio, sin que nadie diese la cara, y tras una larga junta extraordinaria del club. Toda la movida quedó reducida al despido de Quique Setién (cosa ya sabida), a la búsqueda de un nuevo técnico (Koeman, si acepta la posibilidad de que puede irse en marzo), que el club ponga en el mercado a “vacas sagradas” (si es que alguien puja por ellas y estas quieren irse), y a la salida de Eric Abidal, mientras que Bartomeu sigue.