Una isla muy poco edificante

Ha comenzado, y con un sorprendente aunque no inesperado éxito de audiencia, la segunda edición de La isla de las tentaciones en Mediaset. Ya saben, aquel docureality, grabado y editado convenientemente, en el que cinco parejas supuestamente felices son puestas a prueba. Ya se sabe que la carne, muchas veces, es débil, pero resulta más que denigrante que este espacio haga bandera de los malos rollos, de los celos, de las desconfianzas mutuas, convencido de que las desgracias ajenas, y cuantas más mejor, distraen al personal. Si tenemos en cuenta que el target del seguidor de La isla de las tentaciones está entre los 15 y los 25 años, su ejemplo no parece el más adecuado.No sorprende pues que Mónica Naranjo, que presentó la primera entrega, ya no esté ante las cámaras y ha sido sustituida, porque así se lo exige el contrato que tiene firmado con la cadena, por Sandra Barneda. No nos extraña. Aunque la versión oficial habla de falta de acuerdo económico, la cantante de Figueres (1974) tiene demasiada clase para presentar un engendro televisivo como este.