Mask Singer: No es fraude, es pragmatismo

Si en la primera entrega quien tuvo que quitarse la máscara fue La Toya Jackson, en esta segunda ha sido ni más ni menos que Isabel Preysler (Manila, 1950), probablemente la celebrity más celebrity de este país. Y ha vuelto a pasar.

Las redes sociales han ardido con Mask Singer (Antena 3), pero las llamas no han bastado para derrotar al Supervivientes de Telecinco. En cualquier caso, y a los que aún siguen acusando de fraude a Atresmedia conviene recordarles que Mask Singer no es un concurso aunque haya concursantes y un jurado-adivinador.

Es, simple y llanamente, un show para toda la familia (aunque acabe a las tantas) y da lo mismo quién gana. La clave es dar espectáculo con el elemento que se quita la máscara al filo de la una de la madrugada.

Convencido de que ni hay votaciones (salvo para hacer caja), la empresa es pragmática. Se contrata a un VIP, de los de verdad, por una gala, porque hay presupuesto, sí, pero no para tanto.

Y se le despide con todos los honores con un único pase por el plató. Y así, con la confidencialidad debida, hasta el final.