Una centenaria a reivindicar

El gran problema de Matilde Fernández Vilariño (1921-2021), o la gran suerte, que nunca se sabe, es que perteneció a una generación que ni sabía lo que eran las redes sociales. Nunca le hicieron falta a esta profesional, recientemente fallecida, y que está pidiendo a gritos una reivindicación. Matilde Vilariño, su nombre artístico fue una de las grandes voces de la radio y del doblaje en este país. Los de mi generación aún la recordamos en las mañanas radiofónicas de los sesenta del fin de semana en la serie Matilde, Perico y Periquín de la incipiente SER (ella era Periquín). Curioso lo suyo. Su voz aguda le deparaba siempre papeles infantiles. Fue la voz, por ejemplo, de Pablito Calvo en su breve pero intensa carrera cinematográfica (Marcelino, pan y vino, Mi tío Jacinto o Un ángel pasó por Brooklyn) o del incombustible Jaime Blanch en Jeromín. Pero, además de reconocerla en un sinfín de películas, también cabe recordarla, la mía y posteriores generaciones, en productos televisivos de peso como La abeja Maya, Vicky, el vikingo, o Ruy, el pequeño Cid..