Coleccionables, que no falten

No diré que son una maldición, Dios me libre de pensarlo, pero los coleccionables forman parte de las mismísimas fiestas navideñas. De hecho, son una especie de prolongación de las mismas. No importa la Covid, ni positivos, ni cuarentenas ni que nuestra VISA esté temblando después de los excesos de estos días.

Los coleccionables no fallan nunca a su cita. A los que se apuntan los califico de héroes homéricos: comenzar la colección es fácil, pero acabarla, además de ser carísimo, no está al alcance de cualquiera. Este año, a modo de ejemplo, pueden engancharse a montar por piezas a Robocop o al mítico Jeep Willys de nuestras hazañas bélicas, coleccionar minerales o los cascos de Valentino Rossi; o extasiarse con los maestros del fantástico, de Wells a Poe.

Sin embargo, lo que se lleva la palma es montar, pieza a pieza, el legendario acorazado alemán Bismarck, botado en 1939 y hundido en 1941 en su primera batalla. Escala 1:200 y 135 centímetros de largo. 140 entregas (el kit de montaje va con la 10) que le saldrán a algo más de 1.600 euros. Si son capaces de llegar hasta el final.