Nos olvidamos de los clásicos

En Navidad, a veces, pasan cosas como estas. Las cadenas generalistas se vuelcan en reiterativos especiales que no aportan nada nuevo al género, salvo tedio y hartazgo, y se olvidan de lo que, realmente, forma parte de la liturgia navideña. Es como si La 1 , por citar un ejemplo, ignorase la retransmisión del concierto de Año Nuevo desde Viena.

Pues bien, en 2022, solo La 2 se ha acordado de emitir –en las plataformas están en todas– el ¡Qué bello es vivir! de Capra, la película por antonomasia de estos días y además la más barata de programar porque tiene ya sus derechos de autor caducados. Sin embargo, ninguna otra ha caído en la cuenta de pasar, el 24 o el 25 –o incluso el 26– cualquiera de las innumerables adaptaciones del Cuento de Navidad de Dickens, que cuenta ya con una versión de 1991. Ni la clásica de 1938 de Edwin L.

Marin o la de Disney del 83, ni la de George G. Scott de 1984, ni la original Los fantasmas atacan al jefe (1988) o la de los Teleñecos (1992) con Michael Caine. Ni la mejor, la dirigida en animación por Robert Zemeckis (2009).

Una pena.