BOIG PER TU
Lydia siempre vuelve a casa
Creo que ya lo hemos comentado pero viene al caso como anillo al dedo. A finales de los 70 y principios de los 80, la prensa teníamos libre acceso a los vestuarios, comunes, de los guerreros de la lucha libre. Primero en la vieja Antorcha y luego en La Bordeta.
Allí, entre trago y cigarrillo, se planificaban los combates, las marrullerías a perpetrar y las caídas dentro y fuera del ring. Luego salían al grito de “¡Venga, a dar espectáculo!”. Pues eso es lo que pasa en Sálvame.
Todos interpretan su papel a cambio de suculentas mordidas. Una de las actrices más aventajadas en estos menesteres es Lydia Lozano. Es la que llora mejor, convierte sus ataques de ansiedad en obras de arte y sus espantadas del estudio son ya legendarias.
Ya escribimos aquí mismo su “mutis” tras ser denunciada por formar parte de un club de intercambios de pareja, como si fuese un delito. Se fue asegurando que no volvía más. El miércoles ya estaba sentada en el plató.
Por cierto, aunque sea anecdótico, del testigo enmascarado que lo denunciaba todo y que iba a mostrar el viernes su cara, nunca más se supo.