El lupanar de la isla

Tengo un amigo, José Carlos, que no acaba de creerse que lo que se ve en La isla de las tentaciones de Mediaset obedece a un guion perfectamente estructurado y que los concursantes son producto de un más que riguroso casting. Ya saben de qué va la cosa. Un grupo de enamoradas parejas se trasladan a una paradisíaca isla para ser tentados a base de bien por otro selecto grupo de solteros/as.

Todos sucumben (¡claro, ahí está el morbo del programa!) en un totum revolutum que, en ocasiones, no tiene ni pies ni cabeza porque los perdones y reconciliaciones duran lo que dura una pausa publicitaria. Ahora mismo, se lleva la palma David, enamorado de Elena –que se desmaya en directo– pero seducido por María. Lo mismo ocurre con Adrián con Naomi o Alex con Yaiza.

Solo falta que las chicas entonen aquel arranque de Ojos verdes que popularizó Concha Piquer, en los 40, compuesta por Valverde, León y Quiroga. “Apoyá en el quicio de la mancebía...” Francamente, hemos visto orgías mucho más discretas que las que se montan en la isla de Telecinco.