Mourinho, retratado

Que José Mourinho es un broncas y que tiene muy mal perder es cosa sabida, pero el miércoles en el Puskás Aréna quedó retratado, para mal, tras que su Roma fuese derrotada por el Sevilla. Además de protestarlo todo desde el banquillo, cuando acabó el partido se saltó el protocolo oficial en la entrega de trofeos: primero los recogen los árbitros, luego el perdedor con pasillo previo de los ganadores y luego los campeones. Pues no.

Él, ni corto ni perezoso, cuando aún estaban grabando el nombre del Sevilla en la copa, se dirigió a los responsables, pidió su medalla y se marchó solito hacia los vestuarios y con las cámaras como testigo en vivo y en directo. En el trayecto se quitó la medalla de plata y la arrojó –hay quien dice que la regaló– hacia la grada donde estaban los tifosi. Se ve que solo guarda las de oro.

Por cierto, en las redes (en los medios convencionales la cosa ha pasado prácticamente desapercibida) sentó muy mal que Felipe VI no se desplazara a Budapest para asistir al partido, máxime cuando el Sevilla era el único equipo español que esta temporada disputaba una final europea.