BOIG PER TU
Ni lo es, ni se le parece
Amigos, conocidos y saludados me han interpelado estos días –tampoco tantos la verdad, no vayamos a ponernos estupendos– sobre el porqué no escribía acerca del fracaso del retorno del mítico Un, dos, tres: de once millones de potenciales espectadores, la cosa se quedó en algo más de 75.000 de media. No solemos escribir sobre programas que no puedan verse en abierto, pero, ya que insisten, vamos a hacer una excepción. Su fracaso radica, de entrada, en el medio donde se emite. Los nostálgicos del concurso no son, no quieren o no pueden, de este canal. O sea, que no lo vieron. Y a los que sí lo hicieron no tienen ni idea, salvo vagas referencias, del programa creado por Ibáñez Serrador. Si la madre de todos los concursos se caracterizaba por su elaborada edición, en esta moderna versión se ha apostado por el directo. Y Twitch, por mucho que nos pongamos, no es televisión, ni puede afrontar el reto sin que se le vean todas las costuras, que fueron muchas, comenzando por un presentador y unos concursantes que ni se conocían las más elementales normas de aquel espacio.