Los pecados de los Gaudí
Pasamos por alto, porque pasa igual en los Oscar o en los Goya, que la entrega de los Gaudí resultó demasiado larga y, evidentemente, falta de ritmo. Incluso la mayoría de los textos reivindicativos estaban mal guionizados y peor vocalizados. Sin embargo, hubo dos detalles que, por muy indulgentes que nos pongamos, no podemos perdonar. Uno. El colocar a los nominados en mesas y al público en las butacas provocó caos, especialmente a la vuelta de cada corte publicitario. Con la gala otra vez en marcha, había sillas vacías y sus ocupantes de cháchara por los pasillos y de espaldas al escenario. Por ejemplo, Guillem Gisbert cantó su tema dedicado a Rafael Azcona sin que nadie le prestase atención. Dos. Aún fue peor uno de los momentos cumbres de este tipo de premios: el in memoriam. La realización juzgó más importante la canción de Sharonne, la Purple Rain de Prince, que los rostros y nombres que aparecían en la pantalla. Los primeros planos y los escorzos en diagonal hicieron que, desde casa, nos perdiéramos más de la mitad del merecido homenaje.