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Ahora que se ha puesto en marcha una campaña reivindicativa para que tanto en los Goya como en los Gaudí se incluya una categoría para premiar a los mejores dobladores de este país, acaba de irse, físicamente porque gracias al cine siempre estará entre nosotros, Montse Miralles (Barcelona, 1956), una de las grandes voces, sobre todo en catalán, capaz de hacernos vibrar con los personajes de Marilyn Monroe en Ningú és perfecte, Ingrid Bergman en Casablanca, o en los mejores títulos, para ser emitidos por TV3, de Natalie Wood, Kim Novak, Barbra Streisand u Olivia de Havilland. Es más, también la pueden recordar como Pam Ewing en la icónica Dallas que tanto hizo por el catalán en los inicios de la televisión autonómica. Pero es que, además, también se aventuró a hacer sus pinitos como actriz en series tan recordadas como Laberint d’ombres, Polseres vermelles o Com si fos ahir. En fin, una estrella que dio mucha, pero que mucha luz al audiovisual en Catalunya y que, para la mayoría, será muy difícil ajustar su inconfundible voz a una imagen. Hay que arreglarlo.

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