Carles Lupin
En mis muchos años de profesión, en el 2025, 50, jamás había visto una sobreexcitación tan marcada en emisoras de radio y televisiones, volcándose en riguroso directo con el regreso de Carles Puigdemont a Barcelona y su inminente detención que, a la hora de escribir esto, no se había producido. A lo largo de la mañana, tanto en RAC1 como en TV3, en los dos medios de comunicación a los que acabé enganchado para saber en qué acababa todo, pese al amplio despliegue –las primeras espadas hicieron un alto en sus vacaciones para ponerse al pie del cañón–, imperaba un desconcierto generalizado para intentar, como en aquel ¿Dónde está Wally?, averiguar dónde estaba Puigdemont, desaparecido misteriosamente tras su discurso, entre sus miles de seguidores, 300 mossos, un helicóptero y varios drones para facilitar su detención. Francamente, la historia me recordó muy mucho a las novelas escritas por Maurice Leblanc y editadas, la primera en 1905, con Arsène Lupin, el caballero ladrón, y su inmensa facilidad para disfrazarse y burlar siempre la policía que le pisaba los talones.